Después de dos segundos de silencio, Elliot no pudo controlarse más y la llamó: “¡Avery!”.

Su voz estaba llena de una preocupación inconfesable por ella.

Avery tuvo unas cuantas arcadas antes de que se le pasaran finalmente las náuseas.

Elliot recuperó la compostura y murmuró con voz ronca: “Avery, acuéstate en la cama si no te encuentras bien”.

Enfurecida por lo que él había dicho, ella replicó: “¡No necesito tu lástima!”.

Él no necesitaba decirle lo genial que era Chelsea.

“¡Me da lástima nuestro bebé!”, dijo él con severidad mientras apretaba el teléfono.

“¿Por qué?”, cuestionó ella sarcásticamente. “¡¿Porque no me he deshecho de él?!”.

“Avery Tate, ¡¿de verdad tienes que ser tan agresiva?!”.

Elliot no pudo evitar preguntarse si él realmente era el villano como ella decía. Se había alegrado mucho por su bebé y esperaba con ansias que viniera al mundo, y cuando ocurrió el accidente, también se había sentido profundamente herido.

“¿Quién empezó primero?”. Avery se sentó junt