Tal vez fue porque ese día había recibido muchas malas noticias, pero la capacidad de Dean para soportarlas había aumentado.

Cuando escuchó lo que dijo Sebastian, no se enfadó, lo que empeoraría su condición.

Miró al frente, a la pared blanca que tenía delante. Se quedó helado. Era como si alguien lo hubiera hechizado.

Sebastian miró a su padre aturdido, como si de repente lo viera envejecer diez años frente a él.

Dean nunca se había visto tan deprimido.

"Papá, no creo que podamos recuperar ese dinero. Deberías aceptarlo", dijo Sebastian una vez más para consolar a su padre, "¿Cuánto te prestaron? Lo devolveremos poco a poco".

Dean soltó una risita condescendiente. "Sebastian, ¡aún no estoy muerto! ¡Aunque Angela y Mary hayan muerto, eso no puede cambiar el hecho de que Elliot es un muerto andante! ¡Nunca he tenido miedo de nadie en toda mi vida! ¿Y qué si es más rico que yo? ¡Simplemente pelearé con él!".

"Papá, deberías recuperarte. Tu salud es más importante", dijo Sebastian