Capítulo 294
Pero Isabel afirmó con gran certeza: —No te estoy engañando, yo tampoco lo habría creído si no lo hubiera visto con mis propios ojos.

En ese momento, el teléfono de Isabel sonó. Era un número desconocido. Sin ánimo de nada, Isabel lanzó el teléfono hacia un lado.

Su hermano, viéndolo, se apresuró a decir: —¿Y si es la llamada de algún departamento oficial y nos informan que han encontrado el Buda de jade? Contesta rápido.

Isabel, dándose cuenta, de manera apresurada, contestó el teléfono.

—¿Isabel?

—¿Maestro?

—Ven a la Isla Lacustrina, me ocuparé de tu asunto.

—De verdad, gracias, maestro. Iré enseguida.

Isabel colgó con rapidez el teléfono y, entre lágrimas de alegría, le dijo: —El maestro está dispuesto a ayudarme.

Su hermano, al ver esto, también se apresuró a decir: —Entonces vamos rápido, no hagamos esperar al maestro.

De hecho, el hermano había sido fiel testigo de la mala suerte de Isabel durante estos años y lo sentía en su corazón.

Pero no tenía solución para ello. Ahora que v
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