Capítulo 1306
¡Clac!

Adalberto, sin compasión alguna, azotó con fuerza al hombre de un solo golpe con el látigo.

Las púas del látigo se clavaron al instante en la carne del hombre, haciéndole sentir un agudo dolor punzante y desgarrador hasta lo más profundo.

Un grito feroz escapó de sus labios, y estuvo a punto de desmayarse.

Pero en ese preciso momento, las llamas sagradas del látigo emanaron una luz curativa que sanó al instante sus dolorosas heridas.

Sin embargo, el dolor penetrante aún persistía, hundiéndose en lo profundo de su alma, provocando que el hombre no pudiera contener sus grandes lamentos.

Adalberto refunfuñó con arrogancia y siguió azotándolo sin cesar, el sonido de los latigazos resonando violentamente.

El arte del látigo de Adalberto era como una ligera danza.

El largo látigo se movía como una serpiente venenosa, aparentemente sin patrón alguno, pero cada golpe nunca se repetía en la misma parte de la piel.

Cada azote no hacía más que hacer que cada centímetro de piel del castigad
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