Zolan, visiblemente molesto, exclamó:

—¡Maldita sea, ese extraño círculo mágico! ¿Acaso se ha desvanecido por sí mismo?

Los tres viajaban en una pequeña embarcación rumbo a la octava isla, que era la principal de Isla del Alba, un archipiélago que se extendía en forma de cadena.

Zolan, furioso, seguía parloteando con rabia:

—¡Ese maldito círculo mágico! Espero que no se haya desvanecido por agotamiento de energía, ¡porque eso sería un desastre! Dos grandes sacerdotes de negro llegaron hasta esta isla desolada para buscar un círculo mágico especial, y ahora resulta que están aquí buscando el casco de la Luz.

—Espero que este mensaje esté bien —continuó Zolan:— Si no, haré que la persona que nos lo dio se convierta en polvo.

Simón observaba tranquilamente a Zolan, notando cómo su ira lo controlaba. Pensó que Zolan, aunque ahora era un gran sacerdote de negro de la Sagrada Iglesia de la Luz, parecía estar demasiado atrapado en su propio ego y en el estatus que le otorgaba este título. Era