—¡Puf!—¡Puf!...Los cuatro miembros de Dariel escupieron sangre, tendidos en el suelo, mirando con incredulidad a Simón, que se encontraba en la puerta, y a su avatar flotando en el aire, suspendido en el aire con gran poder.En ese momento, el avatar de Simón se deshizo y en cuestión de segundos se volvió cenizas, y el dragón Qi regresó a su cuerpo. Al ver esto, Dariel, sorprendido, exclamó: —¡No puedo creerlo! ¡Has logrado crear un avatar... tú...!—¿Hm? ¿Te sorprende eso? — respondió Simón con indiferencia.—Dariel, después de todo esto, somos viejos conocidos. Hoy no te mataré, te dejaré una salida. Ve y dile a tu líder que las nueve vasijas de dragón están al alcance de cualquiera. Que cada uno se gane lo que pueda. Si vuelves a buscarme, no seré tan amable.Dicho esto, Simón se dio la vuelta para irse. Justo en ese momento, Thorn, que estaba afuera, al ver a Simón girarse, se sintió aterrorizado. Temblando, se arrodilló ante él, doblando ambas rodillas con gran reverencia.—Señ
Después de meditar, Simón recuperó por completo el control sobre su cuerpo. Miró la vasija del dragón que tenía en las manos y comentó: —Parece que el uso ha sido excesivo.El dragón Qi, al desbordarse, causó un gran impacto. Con el nivel actual de poder de Simón, solo podía soportar la mitad de la presión que el dragón Qi desbordado generaba. Sin embargo, cuando fue a la mansión de Thorn, hizo al instante que el dragón Qi se esparciera por todo su cuerpo.Aunque solo había usado un ataque para intimidar a los miembros de la Orden Sombra Roja, el regreso del dragón Qi a su cuerpo tuvo efectos totalmente devastadores. Si no hubiera vuelto a tiempo y no hubiera canalizado el dragón Qi en la vasija ritual de bronce, Simón temía que su cuerpo habría explotado en el camino.De este modo, Simón se dio cuenta de una de las características del dragón Qi. Con su nivel de poder actual, era incapaz de controlar el 100% del dragón Qi; solo podía dominar el 50%. Este límite se convirtió en un punto
—Todo en la vida de repente puede dar un giro.Simón dejó la carta en la caja de sugerencias y se dio la vuelta para mirar a la señora Zaraya. Con una sonrisa confiada, le dijo: —Debido a que usted ya había considerado venderme el recipiente del ritual de bronce, estoy seguro de que con mis acciones podré convencerla. Estoy dispuesto a hacer todo lo posible para que cambie de opinión y me lo venda.El rostro de la señora Zaraya se ensombreció al instante, y con un tono segurorespondió: —Si crees que lo que estás haciendo tiene algún sentido, puedes seguir intentándolo. Pero debo adelantarte que mi decisión está tomada y no cambiará en lo absoluto. Así que lo que hagas no tendrá ningún efecto, ni en mí ni en el recipiente del ritual de bronce.—Zaraya, tú me dijiste... Daphne, con los ojos llenos de lágrimas, intentó interceder por Simón, pero en ese preciso momento, la señora Zaraya, señalando a Daphne de manera fulminante, le dijo con enojo: —Daphne, ahora te notifico formalmente que
—¿Tú?—No es para tanto. ¡Es solo una pérdida de trabajo! Si perdiste tu empleo, siempre puedes buscar otro. ¿Por qué poner en juego tu vida por algo tan sencillo como esto?Daphne se liberó con fuerza del agarre de Simón y, con un tono de voz angustiado, respondió: —No he perdido solo un trabajo, he perdido mi vida, todo lo que tenía, todo lo que me pertenecía. Ahora no queda nada para mí. He estado luchando incansable con todas mis fuerzas, aferrándome a la vida solo por sobrevivir.—Creo que puedo ayudarte. Respecto al trabajo, podemos buscar uno juntos. En cuanto a tu situación familiar, quizás puedo hacer algo. Voy a hacer que las personas que te han maltratado te pidan perdón, y te voy a ayudar a tener un entorno de vida más saludable.—¿Qué dijiste? ¿Vas a hacer que los que me han maltratado me pidan perdón? ¿Realmente puedes hacerlo? — Daphne dejó escapar una pequeña risa irónica. La crueldad de su padre era algo de lo que Daphne nunca pudo escapar, y siempre creyó que no podrí
—Ahora tu madre está paralizada, ¿y fuiste tú quien tuvo que trabajar para mantener a la familia? ¿Cada día le entregabas todo el dinero que ganabas a tu padre?—Sí.Daphne suspiro y con los ojos rojos de tanto llorar, pero aun asi con una extraordinaria valentía dijo: —¿Qué piensas? No te lo esperabas, ¿verdad? Seguro que ahora te vas a reír de mí, Si quieres reírte, adelante, suéltalo, no tengo problema.Simón negó y respondió: —No, lamento mucho lo que has pasado, pero en realidad, la gente de Andalucía Dorada no suele burlarse de los demás. Y ya te lo he dicho, quiero ayudarte.—Jajaja...Las lágrimas de Daphne comenzaron a acumularse en sus ojos, pues había preparado su mente para que Simón se riera de ella, para ser despreciada y abandonada sin piedad alguna, y marcharse sola y avergonzada del café. Pero Simón no reaccionó como ella esperaba. En lugar de burlarse, la consoló con dulzura, lo que hizo que Daphne sintiera un calor reconfortante en su pecho.Por la tarde, siguiendo e
Rohar, sintiendo el agudo dolor, rodó por el suelo un par de veces, mirando furioso y maldiciendo: —¡Maldito mocoso, ya verás! — Después de gritar, se levantó rápidamente y salió corriendo.—Por lo visto, tu padre no está dispuesto a negociar con facilidad. .Simón miró a Daphne. En ese momento, ella estaba completamente sorprendida, sin poder creer lo que acababa de suceder. No podía asimilar que Simón había derrotado tan fácilmente a su propio padre. Sabía que Rohar había sido su terrible pesadilla desde que era pequeña, el hombre que la había aterrorizado durante toda su vida, pero ahora, Simón lo había vencido.Lo que acababa de suceder parecía un lindo sueño para Daphne. En ese instante, se quedó allí, paralizada, sin saber qué decir. La escena era tan absurda que le costaba procesarlo.—Descansa un poco, yo iré a preparar la comida.Simón, sin decir nada más, se dirigió a la cocina con los ingredientes que había comprado. Cuando Daphne recuperó un poco la compostura, se llevó las
Daphne gritó aterrada: —¡Simón, ten mucho cuidado!Simón, con rapidez, agarró el tubo de acero que Rohar había lanzado hacia él, lo tiró hacia atrás con fuerza, y el tubo de inmediato pasó a estar en sus manos. En ese instante, Simón lo levantó y, con una fuerza descomunal, lo dejó caer hacia Rohar. Un fuerte viento parecía haber acompañado el golpe, y Rohar, aterrorizado, se sintió como si cayera en un agujero frio. Paralizado por el miedo, no pudo articular palabra, con el tubo suspendido justo sobre su cabeza. Temblando, balbuceó: —¿Q-qué... qué quieres hacer?Simón retiró el tubo y, con un movimiento decidido, arrastró a Rohar hacia la habitación, mientras le decía: —Señor Rohar, creo que debemos hablar de una vez por todas. Quiero hablar de tu familia, de tu vida. Al menos, creo que deberías darle una explicación a Daphne y a su madre.Fue entonces cuando Rohar, sacado de su terrible shock, recobró la compostura, y la rabia invadió por completo su cuerpo. Con una furia desenfrenad
Al cabo de un rato, la nueva y atractiva guía del museo se le acercó y le dijo: —Señor Simón, la señora Zaraya ha dicho que no hay límite para discusión en cuanto a este recipiente del ritual de bronce. Espera que no vuelva a poner comentarios en la caja de sugerencias.Simón, con calma y sin mostrar ninguna señal de incomodidad, respondió: —En todas las situaciones siempre hay una oportunidad. Entiendo cómo se siente la señora Zaraya, pero confío en que mi insistencia la hará cambiar de opinión. Al final, ella misma decidirá venderme este recipiente del ritual de bronce.La guía, sonrojada por la seguridad con la que Simón hablaba, había pensado en intentardisuadirlo, pero al ver su seguridad, no pudo hacer más que bajar la cabeza y responder: —Si usted lo desea así, entonces, por favor, hágalo a su manera.Al salir del museo, Simón recibió una inesperada llamada de Natalia.—Señor, según las últimas noticias, el vicecapitán de la Orden Sombra Roja, Cayden Zintek, ha llegado a Velora