Dentro de la sala, las dos mujeres se miraron fijamente.

Después de un largo silencio, Fiona esbozó una sonrisa desdeñosa y miró fijamente a Luna. "Solo admítelo, Luna. No puedes competir contra mí. Si abandonas Ciudad Banyan junto a tus hijos de inmediato, incluso podría considerar dejarte ir’’.

"Sin embargo, cuando finalmente pierda la paciencia, aunque te vayas e intentes esconderte, dejaré que Joshua te encuentre y te traiga de vuelta aquí. Cuando eso ocurra, ¡quiero que tú veas cómo tu hijo me transfundirá sangre todos los días hasta que un día, todo su cuerpo se seque!’’.

Luna la miró con los ojos entrecerrados. "¡¿Cómo te atreves?!".

"¿Por qué no me atrevería?", se burló Fiona. "No finjas que no sabes lo mucho que yo significo para Joshua y lo lejos que él está dispuesto a llegar por mí".

Ella entonces se dio la vuelta y miró a Luna como si de repente hubiera recordado algo. "Por cierto, recuerdo que tenías dos hijos más, ¿verdad? Uno de ellos murió porque tú y otra mujer e