Sabrina dijo con calma: “Holden…”.

“Sabrina…”.

Él no sabía que debía decir. Había querido llevarla a la isla y darle la vida más pacífica. Quería acompañarla a sembrar unas flores y hierbas todos los días y vivir una simple e idílica vida con ella, pero nunca esperó que las cosas terminarán así.

“Sabrina, ¡solo mátame!”, dijo Holden miserablemente.

Sabrina sacudió la cabeza y su voz era incomparablemente ronca mientras decía: “Holden, ¿tú sabías? Tu hermano, quien es mi marido, ya había creado el plan para dividir el Grupo Ford en dos y una de las dos mitades era tuya”.

Holden no tenía palabras.

“Además, ese barco grande que se detuvo afuera de esa isla tuya no estaba lleno de armas que tu hermano pretendía usar contra ti en lo absoluto. Estaba lleno con suministros. Suministros, ¿sabes eso?”.

Holden no tenía palabras. Él sabía. ¿Cómo no lo iba a saber? Justo cuando se montó, Malvolio ya le había dicho.

“Puedes culpar a tu destino que todo esto ha sido injusto para ti, pero