A la mañana siguiente, el sol brillaba con fuerza. Tanto Sabrina como Sebastian tuvieron una buena noche de sueño, en especial porque estaban agotados de ejecutar el plan de Aino. Así que, la próxima vez que abrieron los ojos, ya eran las nueve de la mañana.

“¡Jesús! ¡Se suponía que íbamos a ir a casa de Mamá! ¡Nos despertamos tarde!”, dijeron mientras los dos se apresuraban a lavarse y vestirse antes de salir rápidamente de la habitación. Antes de llegar a la sala de estar, ya podían escuchar el sonido de alguien riéndose.

“Tía Yvonne, te ves tan linda hoy”. Aino elogió a Yvonne con una voz dulce.

Sabrina se sorprendió. ¿Yvonne ya estaba aquí? Entonces, escuchó la voz de Kingston.

“La pequeña princesa es mucho más linda que la Tía Yvonne”, exclamó él.

“¡Hermano! ¡Estás malcriando demasiado a Aino!”.

“¿Por qué no piensas por un segundo de quién es que recibo mi salario?”. Kingston se quedó sin palabras.

“…”.

“Jejeje…”. Aino se rio entre dientes.

De repente, Kingston cambió de