Los sollozos de Gloria provocaron que Sabrina, que estaba detrás de ella, también llorara.

Ella consoló a su madre desde atrás. “Mamá, no estés tan triste. La abuela se preocupó por ti toda su vida, y esperaba que pudieras vivir mejor durante el resto de tu vida. Tienes que levantarte, madre…”.

Sabrina siempre tuvo la impresión de que su madre era una mujer muy optimista.

Sabrina sabía que todo esto se lo había enseñado su difunta abuela; era obvio que su abuela había sido una persona impresionante y con muchos conocimientos.

Su madre había heredado ese mérito de ella.

Con las palabras de consuelo de Sabrina, su madre comenzó a secarse las lágrimas.

Ella miró a Sabrina y Sebastian con gratitud. “Sebastian, Sabbie, estoy agradecida de que los dos hayan venido conmigo a visitar a su abuela. Me siento muy contenta de que los dos hayan venido a verla hoy”.

Dejó escapar un suspiro y continuó: “No puedo quedarme en tu casa por mucho tiempo. Quiero regresar a la antigua casa de tu abue