Capítulo 2830
Giselle miró a Catalina con incredulidad.

Catalina no quiso entrar en demasiados detalles, vio la cara incrédula de Giselle y, sintiéndose mucho mejor, dijo a sus dos cuñadas: —Entremos, que hace un frío.

Mientras volvía, le dijo a la mujer que la había seguido: —A partir de ahora, no dejes entrar a esta puta sin mi permiso. Si Ricardo se atreve a traerla otra vez, pregúntale si puede soportar la ira de su madre.

Giselle se quedó paralizada en el suelo.

Poco después llegaron Ricardo y sus hermanos.

Vieron a Giselle sentada en el suelo llorando y riendo, su cara tenía evidentes marcas de palmas, rezumaba sangre por las comisuras de los labios, con pelo suelto, ropa fina, y los labios morados por el frío, como una locura.

Ricardo se sintió triste.

—Giselle, ¿estás bien?

Los tres caminaron rápidamente hacia ella.

Los espectadores se marcharon en cuanto se fue Catalina.

Por supuesto, los rumores sobre Giselle no tardaron en extenderse por toda la Ciudad Río.

Ricardo se quitó el abrigo y lo
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