—No creas que soy una tonta que no entiende el amor.Quiana no estaba satisfecha con lo que decía su hermano.Ismael miró a Alejandro, luego a su insensible hermana, y no dijo nada más.No, se había revelado el hecho de que Alejandro estaba poniendo a prueba a Quiana, pero Quiana no reaccionó nada.—Ismael, cuando compitas con Alejandro, ten piedad.Quiana le recordó a su hermano y cambió de tema.Ismael respondió: —No te preocupes, lo haré.Alejandro agradeció a Ismael.Pronto llegaron al club.Todavía había entrenadores viendo a los alumnos entrenar por la tarde.Todos se detuvieron al ver entrar a los cuatro.—Chicos, tomad un descanso y hacedme un campo para competir con este señor Bucham.Al oír a Ismael decir eso, los alumnos desalojaron inmediatamente el campo.El entrenador midió a Alejandro antes de preguntar a Ismael: —Ismael, ¿de qué club es este señor?Este hombre se atrevía a desafiar a Ismael, que tenía la mejor fuerza, nadie en el Club P&C era su oponente.—No es de ning
—Si Alejandro pierde, podéis salir a toamr unas copas con este dinero. Pero si gana, todo vuestro dinero será mío.Quiana no quería que Alejandro perdiera tanto.Todos los presentes apostarían sin duda a que Ismael sería el ganador.Nadie sabía el nivel de Alejandro, pero a juzgar por la elegancia de su comportamiento y por el hecho de que Ismael acabara de dirigirse a él como señor, todos suponían que era un presidente de la empresa.Aunque esa persona supiera un poco de boxeo, era imposible que venciera a Ismael, el futuro rey del club.Los entrenadores sacaron todo el efectivo que llevaban encima y apoyaron a Ismael.Esos alumnos eran sólo adolescentes y no tenían mucho dinero. Cada uno puso un poco y se unieron a la apuesta.—Me apunto con Quiana a la apuesta a favor de que gane el señor Bucham.Un alumno tenía veinte dolares en la mano y, después de pensárselo, le dio el dinero a Quiana y le dijo: —Apuesto por la victoria del señor Bucham contigo, ¡si acertamos, obtendremos grande
—Pero Alejandro es un invitado, tendrás que dejarle dar el primer puñetazo.Valentín pensó que Ismael ganaría. Aunque Quiana apostó una pequeña cantidad, seguía siendo mejor que nada.Alejandro sonrió y dijo: —No tiene que ser así, Ismael y yo estamos compitiendo, tenemos que jugar limpio.—Quiana, ¿cuánto habéis apostado?Quiana extendió la palma para mostrársela a Alejandro y dijo: —Sólo un poco. Vicente y yo no tenemos mucho efectivo, así que tienes que esforzarte al máximo y tratar de ganar para que Vicente y yo ganemos mucho.—Cada vez que viene alguien a retar a Ismael, todos apuestan a que Ismael ganará y es aburrido. Quiero que nos des una sorpresa. Si ganas la lucha, te haré comida rica todos los días durante los días que estés en Ciudad Nube y te haré engordar unos kilos.Alejandro rió y respondió: —Vaya, ni siquiera sé si debo pedirte esa promesa, no me veré bien si engordo.—Que no. Eres alto y fuerte, no se te nota si has engordado un poquito, además, ahora estás un poco d
Todos pensaron que Alejandro no tenía autoconfianza.Vicente empezó a flaquear, tocó a Quiana y le preguntó: —¿Apuestas por el señor Bucham porque tienes mucha confianza en él? Llevo seis años boxeando aquí y no he visto a nadie que pueda derrotar a Ismael.Quiana contestó: —Claro que no, simplemente porque es mi amigo y le daría vergüenza no tener a nadie apoyándole. Además, no llevo mucho dinero encima, así que si pierdo, pues pierdo.Vicente no sabía qué contestar.Quiana le miró unos instantes y sonrió: —Ya es tarde para que te arrepientas, mira, mira, están a punto de comenzar.La cara de Vicente se llenó de frustración y dijo: —Eso es lo que me ha dado mi mamá de extra para comer esta semana.Parecía que había una gran posibilidad de que no pudiera comer un bocadillo después de boxear cada noche.Quiana lo tranquilizó: —Quizá Alejandro pueda ganar. Lo he visto pelear, tiene la habilidad muy buena, tal vez sea mejor que Ismael. Mira, ya empiezan, ¡tenemos que animar a Alejandro!V
Todos giraron la cabeza al unísono y miraron a Vicente.Vicente entrecerró los ojos y sonrió: —De todas formas, Quiana no tiene novio, si vences a Ismael, te juro que voy a emparejaros.Para este chico, Quiana y Alejandro eran una pareja hecha por Dios, los dos eran igual de guapos.Era la primera vez que veía a un hombre tan guapo.Más guapo que las estrellas favoritas de sus compañeros y con un auro de nobleza.En resumen, a Alejandro le parecía estupendo.Con tal de que le ganara a Ismael y pudiera hacer que él y Quiana se repartieran la apuesta, ¡sería aún mejor!Valentín rió y dijo: —Alejandro, el chico dice que si puedes dejarle conseguir el dinero dejará que Quiana sea tu novia.—Valentín, Vicente dice tonterías, y tú también.A Quiana le pareció divertidísimo.Le dio una ligera patada a Vicente y se rió: —Qué mocoso.Vicente respondió con una carcajada.Ismael sonrió al oír las palabras. Le preguntó a Alejandro: —¿Debo perder contra ti?—Perderás, pero no hace falta que lo haga
Valentín, al igual que todos los entrenadores, entendían que Alejandro usaba una estratagema para que la situación no pareciera tan fea.Pero pasara lo que pasara, Alejandro ganó.Ismael no perdió a propósito, Alejandro realmente le ganó.Alejandro extendió la mano y dio una palmada en el hombro de Ismael, diciendo cortésmente: —Ismael, muchas gracias.Ismael se rió: —Eres tú quien ha encontrado mi debilidad. Eres el ganador.Alejandro le dio las gracias humildemente.La charla de los dos hombres hizo que la silenciosa multitud reaccionara a lo que estaba sucediendo.—¡Ahhhhh!Vicente se levantó de un salto y, emocionado, le dio palmadas en el hombro a Quiana, gritando: —¡Quiana, hemos ganado! ¡Alejandro ha triunfado! ¡Ganamos! ¡El dinero es nuestro! Jajaja!Los otros alumnos miraron al unísono al emocionado Vicente, escuchando sus gritos de felicidad y lanzándole miradas de envidia y celos.Quiana también se quedó helada.Sabía que Alejandro sabía boxear, y Alejandro lo había admitido
Ismael se ríe: —No voy a poner excusas por haber perdido. En las apuestas siempre hay pérdidas y ganancias. Si no puedes afrontar la pérdida, no juegues más.Valentín se quedó mudo.Después de haber contado sus ganancias, Quiana entregó la mitad a Vicente, sonriendo y diciendo: —Es lo tuyo.Vicente cogió el dinero, pero enseguida le devolvió la mitad, diciendo: —Solo saqué veinte dólares, y no se me ocurre repartirlos contigo. Con esto me basta.—Tómalo, guárdalo y que no se entere tu madrastra.Los padres de Vicente se divorciaron cuando él era muy pequeño, y quedó condenado a su padre. Su padre, un hombre que no hablaba mucho, se mostró aún más callado tras el divorcio y se preocupó poco por Vicente, dejándolo al cuidado de sus abuelos.Más tarde, cuando el padre de Vicente se volvió a casar y Vicente tuvo edad para ir a la escuela, se volvió a quedar con su padre, pero a su madrastra no le gustaba y a menudo le pegaba.El pobrecito Vicente intentó defenderse, pero no pudo. En lugar
—Pues gracias.Quiana se metió el dinero en el bolsillo del pantalón y sacó el celular pidiendo comida para todos.—Comeremos más tarde.Alejandro contestó riendo: —Casi no como nada más después de cenar.—Vale, pues nada. Quizá sea porque hacemos mucho ejercicio y si no comemos algo después de la cena, siempre tenemos mucha hambre para dormir. Pero suelo ir a casa a comer porque mi mamá nos prepara las comidas.Cuando Quiana terminó la llamada, se levantó y le dijo a Alejandro: —Vamos, los chicos tienen que seguir entrenando.Los alumnos seguían en shock por ver a Alejandro ganarle a Ismael.—Bien.Antes de salir con Alejandro, Quiana les dijo a sus dos hermanos: —Alejandro y yo saldremos a dar un paseo, podéis irse a casa primero, no nos esperáis.Ismael respondió: —Ok.Quiana y Alejandro salieron del club.En cuanto salieron, Quiana miró a Alejandro con gran admiración y le preguntó: —¿De quién aprendiste a boxear?Al ver la admiración en los ojos de Quiana, Alejandro supo que había