Capítulo 899
Los hombres intercambiaron miradas y se callaron.

Soledad se apoyó en la pared del palacio y puso cara de pereza, aguzando las orejas de vez en cuando y jugueteando con el pelo entre los dedos con una sonrisa indiferente en el rostro.

Al cabo de un rato, los médicos llegaron al resultado, el médico a la cabeza se le acercó y dijo suavemente a Soledad: —Voy a inyectarle a su alteza.

Soledad enarcó una ceja: —¿Qué drogas?

—Sin duda favorece su estado. La utilizaba siempre. Tiene un efecto calmante y tranquilizante.

—Oh... —Soledad asentió—. ¿Entonces dónde está la inyección?

El hombre sacó la inyección ya preparada del botiquín que llevaba consigo.

Soledad extendió la mano con una sonrisa burlona—. ¡Dámela!

—¿Qué?

—Su Alteza Luna no permite que nadie se acerque, ni siquiera para ponerle una inyección. ¡Se asustará! El presidente Ramírez ya le había hecho acupunturas antes, ¡y lloró de miedo en cuanto veía las agujas!

Los hombres se miraron, sin saber qué hacer.

—¡Así que dármelo a mí es
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