"Esto... esto es..." Miguel tenía el rostro pálido y ya no podía pronunciar una sola frase completa.

Lo miró como si hubiera visto un fantasma cuando vio a Lucía y a Polo salir de la habitación. Su rostro se puso blanco como la cal, y parecía que iba a colapsar en cualquier momento.

Miró a Juan con miedo y preguntó temblando: "Abogado Yáñez, ¡qué... qué está pasando aquí!"

Juan sonrió, sacó una grabadora de su bolsillo y se la entregó a Polo, luego miró a Miguel y le dijo con voz de abogado: "¡Ahora tienes el derecho a guardar silencio, pero tus palabras pronto serán usadas en tu contra!"

Los ojos de Miguel casi se salían de sus órbitas.

"¡Muy bien! ¡Ustedes... ustedes se unieron para engañarme!"

"¡En lugar de decir que te engañamos, es mejor decir que tú fuiste demasiado estúpido!" dijo Lucía fríamente mientras daba un paso adelante y lo miraba fijamente.

Después de escuchar las despreciables acciones de Miguel en la pequeña habitación, ella casi no podía sostenerse.

Afortunadamente,