Capítulo 227
Domingo le echó un vistazo, jugueteó con el juego de té que tenía entre las manos con calma, preparó una taza y se la sirvió en una tacita.

Polo se levantó y se acercó a la ventana, dando la espalda a su abuelo, y preguntó con indiferencia: —¿Hermano, qué quieres decir?

—Nada especial, solo...

Diego se detuvo a mitad de la frase, deliberadamente.

Lo único que quedó al otro lado de la línea fue una mueca de desprecio.

—Hermano, si no hay nada importante, mejor hablamos en otro momento —Polo resopló levemente—. ¡Después de todo, no puedo hablar contigo y dejar al abuelo al lado!

—¡Bien, entonces adelante y halaga al abuelo!

—Oye, por cierto... Polo, ¡tu mujer me parece genial! Jajajaja...

—¿Qué has dicho? —El corazón de Polo se apretó de repente y una frialdad trepó por su espina dorsal.

Diego se rio desenfrenadamente, y respondió palabra por palabra: —¡Yo digo que tu mujer huele bien y suave!

—¡Diego!

—Polo, Srta. Lucía es tan simpática. ¿Por qué no me la presentaste antes? Jajajaja...

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