Capítulo 656
La última frase que Ana le dejó a Lucío fue tan fría, sin un rastro de calidez. Sin embargo, en sus sueños, ese hombre aún era tan tierno. Ana soltó una risa helada y desgarradora. Había causado la muerte de la persona que más la quería en este mundo. Por mucho que se arrepintiera, era irreparable.

Ana se encogió en sí misma, y justo cuando estaba inmersa en un profundo remordimiento del que no podía liberarse, su teléfono móvil que yacía a un lado comenzó a sonar. Al escuchar el sonido, Ana todavía estaba un poco adormilada, pero el insistente timbre del teléfono no le permitía continuar en su estupor. Solo podía extender su mano, tomar el teléfono y echar un vistazo.

Respondió al teléfono, y la voz fría de Luz sonó.

—Ana, ¿dónde estás? Necesito verte.

Ana no sabía cómo enfrentar a Luz en este momento.

—Si necesitas algo, solo dilo.

—Debes saber dónde están las pertenencias de Lucío. Necesitamos que las entregues inmediatamente para el funeral.

Las palabras "pertenencias" y "funeral"
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