Capítulo 427
Aquella persona no sólo no soltó a Ana, sino que se tornó aún más violenta, empujándola con fuerza al suelo y propinándole varias patadas brutales.

—¡Si no cierras la boca, estás muerta!

Precisamente, su pie impactó en el vientre de Ana, quien de inmediato sintió una dolorosa contracción en su estómago. El día anterior no había comido prácticamente nada y esta agresión exterior incrementó el dolor hasta un nivel insoportable, como si un cuchillo la estuviera cortando.

Ana podía saborear un gusto metálico en su boca, pero carecía de las fuerzas necesarias para incorporarse. Se encogió de dolor, con la ropa sucia empapada en sudor frío.

Viendo que Ana finalmente había quedado en silencio, la atacante escupió a su lado con desprecio antes de alejarse indignada.

Ninguno de los otros presos en la celda se atrevió a emitir un sonido al ver este escenario. Ana yacía en el suelo sin que nadie la ayudara, sintiendo cómo su consciencia se volvía cada vez más difusa.

Después, todo frente a ella
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