La dulce voz de Lucas acababa de resonar cuando, de repente, desde afuera de la casa de la familia López, se escuchó el estridente sonido de una sirena, rompiendo el silencio de la noche. Un grupo de policías irrumpió en escena, su presencia imponente llenando el espacio:―¿Quién es Pablo? Su empresa ha sido acusada de reducción de costos y sobornos. Necesitamos que colabore con nuestra investigación. ¡Acompáñenos de inmediato!En el trayecto, Lucas ya había enviado a su equipo para investigar todas las construcciones llevadas a cabo por la familia López a lo largo de los años. Pablo, sin ser precisamente un santo, tenía tratos ocultos que no resistirían la luz del día. Normalmente, si todo permanece en la sombra, nadie buscaría problemas. Sin embargo, si se revelara la verdad, sería un golpe devastador.Los policías se percataron de que Pablo, por alguna razón, había perdido el conocimiento. No tuvieron más opción que dirigir su mirada hacia María. ―Eres su esposa, la segunda repre
Olga ya no se atrevía a dejarse ver en lugares públicos, así que encontró un apacible rincón desde donde llamar a Irene.Si los costosos gastos médicos de Pablo no se saldaban pronto, probablemente se vería condenado a pasar el resto de su vida en una cama de hospital, totalmente dependiente.La llamada tardó en recibir respuesta, extendiendo su angustia.A Olga ya no le importaba en lo más mínimo preservar su propia dignidad:—Irene, ¿acaso tienes algo de dinero disponible? Necesito que me hagas un préstamo, ¡es una urgencia desesperada!— Olga, ¿aún te atreves a llamarme? Todo esto es culpa tuya. Dijiste que Lucas odiaba a Ana hasta los huesos, pero eso no es verdad. ¡Me has arruinado!Después de desmantelar a la familia López, Lucas no se detuvo ahí, sino que continuó investigando a aquellos que habían maltratado a Ana en aquel entonces.Los supuestos "actos benéficos" de Irene no pudieron permanecer ocultos. Para protegerse, su propia familia se vio forzada a expulsarla, abandonánd
Cinco años despuésAeropuerto internacionalAna, empujando su maleta, bajó del avión.Mientras caminaba con paso decidido, sacó delicadamente unas exquisitas gafas de sol de su bolsillo y se las colocó con elegancia. Los cristales amplios y oscuros, en combinación con una mascarilla blanca impecable, envolvían por completo su rostro, cual joya resguardada en la palma de una mano.Su penetrante mirada exploraba la ciudad que había sido su hogar durante tantos años, pero que ahora se le antojaba un paisaje ajeno, despertando en ella una mezcla de emociones que rebosaban su corazón.Por fin había regresado a aquel lugar.Durante todos esos años, Ana había jurado que jamás pondría un pie en aquel sitio que le había causado tanto sufrimiento. Sin embargo, recientemente, su empresa había recibido un importante encargo de la Ciudad S, y al ser ella una autóctona, se había convertido en la elección más acertada. Su jefe, incluso, le había prometido una generosa recompensa, digna de alabanza.A
Javier López deseaba expresar algo más, pero Lucío, preocupado de que Ana se inquietara en su tierra natal por lo que acontecía allí, extendió su mano y condujo al pequeñín hacia la parte trasera:—No te angusties, cuidaré de Javier con esmero. Ana, trabaja con ahínco allá, no te inquietes por nada aquí.Mientras Lucío se alejaba con Javier, Javier López entornó los ojos con disgusto:—No te preocupes, mamá. También velaré por el bienestar de papá aquí y no permitiré que ninguna mujer tenga la oportunidad de acercarse.Las palabras del pequeño provocaron en Ana una mezcla de lágrimas y risas. Justo cuando estaba a punto de decirle que dejara de decir tonterías, Lucío intervino:—Ana, sería mejor que tomes un taxi hasta casa de Adelina. Después de tanto tiempo en el avión, debes de estar agotada. Javier, despídete de mamá.Tras despedirse de Ana, padre e hijo colgaron el teléfono. Ana reflexionó sobre la conversación telefónica y movió su cabeza con delicadeza.A lo largo de los años, s
Sin embargo, para Ana, no había ni una pizca de entusiasmo en su corazón.El nombre de Lucas, para ella, era como un monstruo aterrador y colosal.El rostro de Ana, oculto tras la máscara, se volvió notablemente pálido, reflejando su angustia interna.Es innegable lo pequeño que es el mundo. Apenas había regresado a casa por un breve lapso de tiempo y se encontró cara a cara con Lucas.Creía haber dejado atrás aquellos recuerdos del pasado, pero al escuchar el nombre de Lucas, se dio cuenta de que las memorias dolorosas nunca las había olvidado; simplemente había intentado evitar pensar en ellas.Ana inclinó la cabeza y, con su maleta en mano, avanzó velozmente.Su mente se encontraba en un caos total, y sus pasos se hacían cada vez más acelerados. De repente, chocó con una mujer que también caminaba hacia adelante.La mujer no era otra que Luna, apareciendo en escena como un destello de luz.Antes de que Ana pudiera articular palabra, Luna la abordó con una expresión de descontento: —
Ana se acomodaba en el cómodo asiento trasero de un taxi, contemplando cómo el hombre y Luna se alejaban juntos. Con el corazón aún agitado, poco a poco empezó a encontrar calma en su interior.Encontrarse con Lucas en un lugar como aquel fue algo inesperado para Ana. De hecho, se sintió tan abrumada en un principio que se vio obligada a escapar.No obstante, una vez que su nerviosismo se disipó, Ana comprendió que su reacción había sido exagerada. Después de tantos años, Luna y Lucas seguían estando unidos, lo cual solo podía significar que su amor era auténtico.Quizás Lucas ya había dejado atrás a aquella persona con quien solo compartió unos breves meses. Incluso si se encontraran nuevamente, probablemente nada sucedería. No había motivo para temer tanto....Lucas permanecía erguido en ese lugar, su aura envuelta en un ligero matiz de melancolía. A lo largo de todos esos años, había creído haber superado el dolor que aquel incidente le había causado. Sin embargo, bastó con vislumb
Lucas se encontraba sentado en el frondoso jardín, envuelto en sus pensamientos mientras el cielo se oscurecía paulatinamente. Parecía ajeno al paso del tiempo, como una estatua inmóvil en medio del paisaje.Carlos, el único fiel sirviente que aún permanecía en la familia López, realizaba su ronda de inspección rutinaria y quedó sorprendido al avistar una figura en aquel lugar. Al acercarse, reconoció a Lucas, cuyo rostro reflejaba cierta impotencia. Durante los años que Carlos había servido en la mansión, nunca se le había permitido intervenir en aquel espacio.Inicialmente, Carlos no comprendía por qué un hombre tan acaudalado como Lucas necesitaba ocuparse personalmente del jardín. Sin embargo, poco a poco, fue comprendiendo que esta era su peculiar manera de añorar a alguien.—Señor Hernández, ya es muy tarde. Aún no has tomado tu comida y el frío afuera se intensifica. Deberías regresar al interior, yo me encargaré de finalizar las tareas pendientes aquí.Lucas la ignoró, Carlos s
Ana, arrastrando delicadamente su equipaje, llegó en coche hasta el majestuoso edificio de Adelina. Tan pronto como abrió la puerta del coche, Adelina se precipitó hacia ella, envolviéndola en un cálido y afectuoso abrazo. Aunque no habían perdido el contacto durante todos estos años, la oportunidad de verse cara a cara, de conversar no solo a través del teléfono, era un encuentro sumamente apreciado por ambas amigas.Después de disfrutar de una agradable charla al aire libre, Ana compartió emocionada sus planes recientes. Al enterarse de que Ana se quedaría por un tiempo, Adelina se llenó de una inmensa alegría. Sin embargo, solo un instante después, Adelina se percató de la maleta que reposaba a un lado.—¡Ay! Estaba tan emocionada que olvidé invitarte a entrar.— exclamó Adelina, apresurándose a recoger la maleta y guiando a Ana hacia su acogedora morada. Señaló una habitación impecable y perfectamente ordenada.—Ana, por favor, quédate en esta maravillosa habitación. ¿Te agrada la