Capítulo 1234
Esa noche, José casi no durmió, pero para no dejar que Javier notara su extrañeza, se acostó obedientemente en la cama. Ya casi amanecía, y vencido por el agotamiento, Jose finalmente logró dormir un poco.

Al día siguiente, cuando los dos pequeños se levantaron, vieron las ojeras bajo los ojos del otro. Se miraron, pero ninguno dijo nada. Al enterarse de tal mala noticia, se sintieron como si el cielo se hubiera derrumbado, ¿cómo podrían dormir tranquilamente?

—Vamos a ayudar a Adelina con algo —sugirió Javier. No tenían nada que hacer y pensar demasiado solo les causaba preocupación, mejor era ayudar.

Quizás su mamá se sentiría mejor si comiera el desayuno que ellos también ayudaron a preparar. Jose asintió, y ambos pequeños se fueron a la cocina. Al saber que querían ayudar para alegrar a Ana, Adelina les permitió entrar, pero temiendo que se lastimaran, solo les dio algunos utensilios para que los lavaran.

Los dos colaboraron bien, pero José estaba distraído y accidentalmente rompió
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