Capítulo 1034
Lucas era alto y de piernas largas; su zancada era considerable. Incluso si Ana gozara de buena salud, tendría problemas para seguir su ritmo. Ahora que se sentía mal, prácticamente era arrastrada por él.

Desde la perspectiva de Ana, sólo podía apreciar el perfil nítido y angular de Lucas, marcado por una fría rigidez que parecía alejar a todos a kilómetros de distancia.

Un sabor indescriptible llenaba el corazón de Ana. De repente sintió que, tal vez, algo había cambiado entre ellos. Temía que, incluso si aclaraban el malentendido, nunca podrían regresar a como estaban antes.

Así, uno caminaba a grandes pasos sin importarle nada; la otra, no dispuesta a mostrar debilidad, lo seguía en silencio. Ambos llegaron al sótano donde estaba encerrada Luella.

Al entrar, un fuerte olor a sangre mezclado con la humedad característica del sótano los golpeó. Ana se sintió de repente náuseas, se cubrió la boca y tosió un par de veces.

Al oír el ruido, Luella, que yacía en el suelo, lentamente abrió
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