Capítulo 405
Los tres desdichados fueron arrojados nuevamente a la piscina, tragando agua, siendo levantados, tragando agua, siendo levantados...

Hasta la llegada de Benedicto.

Con la llegada de Benedicto, los tres sintieron la amenaza de la muerte.

En ese momento, ni siquiera querían salir del agua, preferirían quedarse en la piscina para siempre.

Pero el curso de los eventos no se rige por la voluntad humana.

Los tres fueron cruelmente sacados del agua y arrojados frente a Benedicto.

Benedicto jugaba con un cuchillo en su mano, sin siquiera dignarse a mirar a los tres hombres.

Pero ellos temblaban de miedo, suplicando clemencia frenéticamente.

—Señor, fue un error de nuestra parte ofenderlo. ¡Por favor perdónenos, no lo haremos de nuevo!

Para demostrar su sinceridad, los tres golpearon sus cabezas contra el suelo, haciendo un sonido sordo.

Pronto, sus frentes estaban ensangrentadas.

Benedicto, acariciando la hoja del cuchillo, preguntó fríamente: —¿Quién los envió?

Los tres negaron vehementemente
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