Capítulo 308
En el estacionamiento subterráneo.

Fabiola se subió al coche y, en el momento en que llamó a Benedicto, se dio cuenta de lo mucho que temblaba.

Pulsó mal varias teclas antes de lograr llamar a Benedicto.

El teléfono sonó de inmediato.

—Cariño.

Fabiola no tenía intención de llorar, pero al escuchar la voz baja y magnética de Benedicto, su nariz se agrió y comenzó a sollozar: —Benedicto, ganamos, ¡ganamos!

Al escuchar la palabra nos, el corazón de Benedicto dio un vuelco.

—Cariño, ¡eres increíble!

Él estaba visiblemente emocionado.

Sergio, que estaba cerca, miró a Benedicto de reojo, pensando para sí: 《Jefe, ni siquiera te emocionaste tanto cuando cerraste el proyecto de cien mil millones.》

—¿Tienes tiempo al mediodía? —preguntó Fabiola, secándose las lágrimas. —Celebremos juntos, invita a Patricia y... a Alejandro, realmente necesito agradecerle esta vez.

—Claro.

—Entonces llamaré a Patricia —dijo Fabiola, mirándose en el espejo retrovisor con los ojos rojos, y se sintió maravillada.

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