MI PROMETIDO

A la mañana siguiente, estaba ocupada preparando qué hornear para la llegada de Silvestre. Por fin me di cuenta de que no era buena idea invitarle a mi piso. Sería mejor que nos viéramos en un restaurante, o en el parque, o en algún lugar donde haya gente.

Siento que estoy engañando a Claudio si dejo que Silvestre entre a mi condominio sin su permiso.

Ahora mismo, estoy esperando a que termine de hornearse mi magdalena con pepitas de chocolate y antes he hecho una tarta de arándanos. Cuando el horno se tiñe, me agacho para coger mi magdalena y la quito con cuidado cuando suena el timbre de la puerta.

Mierda, debe de ser él.

Me quité los guantes de cocina, los tiré sobre la encimera y corrí hacia la puerta de mi casa.

Cuando se abrió la puerta, de pie allí vistiendo una camisa de color gris sucio sobre eso era una chaqueta de cuero negro, pantalones vaqueros rasgados y esos ojos penetrantes realmente me voló la guardia baja. Prácticamente se me cae la baba al verlo. Su atuendo es un gr
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