Esa noche, cuando Jin Fengchen volvió a casa, Xiaobao y Tiantian estaban jugando al ajedrez en la sala.

Tiantian dio un paso en falso y se apresuró a gemir. “Hermano, por favor, déjame retroceder, ¿está bien?”.

Ante el encanto de la chica, Xiaobao solo pudo asentir, pero aun así dijo seriamente: “No puedes hacer trampas cuando juegas al ajedrez con otros”.

“Gracias, hermano. Me gusta más mi hermano”.

Jin Fengchen se acercó a Tiantian y fingiendo ofenderse le dijo: “¿Así que no te gusta papi?”.

“Sí, me gusta”.

Tiantian se arrojó a sus brazos, y en su delicada cara de muñeca de porcelana se dibujó una brillante sonrisa, y sus cejas y ojos se curvaron.

Era muy linda.

Jin Fengchen la agarró, le acarició la cabecita con una sonrisa, miró a su alrededor y preguntó: “¿Dónde está mami?”.

“Mami dijo que hoy cocinaría para nosotros”, contestó Xiaobao.

“Entonces lo pasaran bien”.

Jin Fengchen parecía cada vez más amable. Después de jugar un rato al ajedrez con ellos, se levantó y empez