“¡Mo Tingfeng, despierta!”.

Qin Wushuang entró en pánico por un momento cuando lo vio desmayarse, a pesar de su conducta normalmente tranquila.

Mo Tingfeng no le dio ninguna respuesta. La sangre de sus heridas ya atravesaba sus ropas y estaba manchando sus manos.

El olor a sangre le llenó la nariz y la humedad de sus manos la hizo tensarse inconscientemente.

En ese momento, el Pequeño Zhou se apresuró a subir las escaleras. Rápidamente gritó: “¡Deprisa! ¡Llama al equipo médico!”.

El Pequeño Zhou vio que Mo Tingfeng se desmayó y estaba tendida sobre su cuerpo. También se inquietó, asintió y corrió escaleras abajo.

Originalmente, el equipo médico se quedaba en la villa, pero debido a la información sobre el inminente ataque de ese día, se dispuso su traslado a otro lugar para evitar que se pusieran en peligro.

Sin embargo, el lugar no estaba lejos de la casa de Mo Tingfeng. Si ocurría algo, se les podría llamar inmediatamente.

Qin Wushuang frunció el ceño con fuerza cuando vio a