Punto de Vista de ADAN STONE

Durante los últimos diez minutos, me quedé mirando fijamente a la Omega, que estaba durmiendo como un bebé, desparramada en mi cama como si fuera suya. Y lo raro era que fui yo quien la colocó ahí.

Nunca antes había permitido que una mujer ingresara a mi dormitorio, ni siquiera la de la limpieza. Había designado a un Omega masculino para el aseo de mi suite y otro para encargarse de mi ropa y objetos personales. No tenía ningún problema con las mujeres, simplemente prefería mantener mi espacio privado.

Sin embargo, Lucy llegó y, sin esfuerzo aparente, derribó todas mis barreras en menos de un día. Mi intención inicial era ubicarla en la suite contigua a la mía, que estaba reservada para la Luna actual o futura de la manada. No obstante, por alguna razón inexplicable, me encontré abriendo las puertas de mi propia suite para ella.

Incliné el vaso de whisky en mi boca, bebiéndolo todo de una vez antes de volver a dejarlo en la mesa redonda a mi lado para relle