—Ya no tienes remedio —se burló Jacob cuando lo visitó al día siguiente—. Te has vuelto un romántico empedernido.
Connor sonrió mientras paseaba junto a él por el jardín con su hijo en los brazos.
—¿Lo dices por la casa? No es nada del otro mundo, solo quería que Baby y Sam estuvieran cómodos —respondió Connor—. Luego ya no me pude contener y la llené de chucherías, lo reconozco.
Jacob se rio sin poder disimular su alegría.
—Todavía recuerdo el día que la conociste, estábamos en el Spectrum y dijiste que tus reglas eran simples: El trabajo es lo primero, el amor no existe, y mi único compromiso es con la justicia.
Connor asintió pensativo al recordar aquello.
—Parece que fue hace siglos. Supongo que todas esas reglas se fueron al demonio. El amor sí existe,
—De verdad que uno a veces se encuentra las coincidencias más extrañas en la vida.Aquella voz hizo que Baby se tensara, reuniera entereza y se girara con una sonrisa para darle la cara al Honorable Juez Ordaz.—¿Disculpe, Su Señoría?—¡Oh, no tienes que llamarme así! Estoy fuera de la corte…—No lo hago porque estemos o no en la corte, lo trato de «usted» porque no lo conozco, y tengo la costumbre de ser muy respetuosa con la gente que no conozco.A Ordaz se le borró la sonrisa en un solo segundo. Era una declaración bastante clara de que no se conocían ni tenían absolutamente nada que ver. Pero aquel hombre había vivido durante demasiados años siendo precavido, aprendiendo a tapar sus mentiras una a una; y no estaba dispuesto a correr ningún riesgo, especialmente cuando se trataba de su vida y su reputa
Connor parecía un toro de lidia en plena embestida. La desesperación de no encontrar a Baby había dado paso a la rabia, a la frustración y a la seguridad de que estaba en peligro. Su instinto se lo gritaba.Jackson se acercó rápidamente a ellos, dándose cuenta por sus caras de que algo sucedía y Jacob se lo explicó en dos palabras:—Baby desapareció.—¡Mierda! —gruñó el periodista—. Estaba aquí hace diez minutos, la vi hablando con Ordaz y luego contestó a su teléfono…—Quizás haya salido de la sala para hablar más tranquila… —murmuró Jake dirigiéndose a Connor. Era una posibilidad.—Hay seis malditas puertas en este salón, empiecen a buscar —ordenó Connor y él mismo se dirigió a una de ellas.Jackson y Jacob corrier
Fueron como palabras mágicas. A Jackson le habían bastado unos pocos segundos para reconocer posiblemente el número más importante en aquel teléfono. —OK, tenemos que salir de aquí, no podemos estar hablando sobre esto en un corredor —dijo Jacob y los empujó hacia el ascensor más cercano. Subieron hasta el despacho y Jackson se sentó en la computadora de la oficina de Connor para acceder a uno de los sitios seguros donde había almacenado información. —¿Recuerdan que hace meses, antes de que Connor se fuera a España, sacamos los registros telefónicos de los cónyuges de todas las víctimas de los accidentes? —les preguntó. —Sí —respondió Connor—. Tenían llamadas cada dos o tres días al mismo número desde unos tres meses antes de los accidentes. Y luego se detenían el día antes de que sucedieran. —¡Exacto! Pero eso no nos llevó a ningún lado… o mejor dicho, nos llevó a la sede de «Eliminación de Plagas Hermanos James. ¡Acabamos con todos tus bicho
Connor le abrió la puerta de la limusina a Baby y la ayudó a subir y a acomodarse.—¿Al hospital o a la casa? —preguntó entre dientes porque necesitaba aguantarse el coraje de alguna forma.—A la casa. Vamos a casa.—¿Estás segura? —insistió.—Solo quiero irme… —murmuró ella—. Lamento si esto arruina tu noche pero no tengo fuerzas para seguir sonriéndole al colectivo de cretinos.Connor se aguantó la carcajada. Hacía más de un año habían tenido una discusión seria por otros cretinos muy parecidos. Tomó su mano y le besó la palma con reverencia.—Yo tampoco. La verdad es que también quiero irme a casa ya, extraño a Sam… así que gracias por darme una excusa.Baby puso los ojos en blanco, sabía que solo lo decía por com
A Connor realmente no le importaba que no pudieran usar aquella evidencia en la corte, era más que suficiente para que un fiscal de distrito supiera lo que se iba a encontrar si llegaba a solicitar una orden por los estados bancarios de Jason Miller. Tomaron fotos de todos los expedientes que parecían tener alguna relevancia y salieron de allí, fijándose en que hubieran dejado todo exactamente como lo habían encontrado.Baby se quedó asombrada cuando los vio llegar a la casa con toda la actitud. Se metieron al despacho de Connor y estuvieron casi dos horas imprimiendo y marcando registros como si se les fuera la vida en ello.Para las doce de la noche, Connor y Jackson se echaron atrás en las sillas y se miraron con seriedad.—Él lo hizo —aseguró Connor.—O lo encargó —respondió Jackson—, pero definitivamente el cerebro detrás de esos accident
Baby pestañó con nerviosismo cuando se dio cuenta de lo que aquello significaba. Mireya se sentó en uno de los sillones y meció a Sam, mientras Baby abría aquella agenda y revisaba todo lo que había escrito en ella.Mireya había detallado los movimientos de Tadeo y de Jason en los últimos cinco años. Cada vez que viajaban, cada vez que conocían a un cliente o a alguien nuevo, cada cosa que a Mireya le parecía extraña la anotaba, incluso tenía fotografías o copias de los boletos de avión que habían usado.Aquel libro era una pequeña mina de oro para poner en perspectiva todo lo que habían hecho los dos. Pero lo que sin dudas llamó la atención de Baby fueron los viajes que había hecho Jason. Podía reconocer un par de lugares donde habían ocurrido los accidentes, y no quería decírselo abiertamente a
—¿Estás seguro de esto? —preguntó Jackson un poco nervioso.—No podemos seguir esperando más tiempo —respondió Connor—. Ya investigamos al Fiscal de Distrito. Está limpio. Es hora de ver si esto puede ser más justicia que venganza, o si definitivamente no nos quedará más remedio que lanzarlo a la opinión pública.Jackson asintió mientras esperaban a que la asistente les permitiera entrar, y diez minutos después el fiscal los recibió.Era un hombre que no debía pasar de los cuarenta y cinco años, serio y adusto. Tenía fama de ser demasiado severo y de no dejarse sobornar, pero ya Jackson y Connor estaban acostumbrados a que la gente podía sorprenderlos de manera muy negativa.—Sabes que nada de esto que me muestras puede ser admitido en la corte como evidencia, ¿verdad? —le pregunt&oa
El amanecer brillaba afuera, con una luz tenue que hacía parecer aquella visión absolutamente mágica.—Connor… ¿dónde estamos?Él se levantó y la abrazo por la espalda, apoyando la cabeza en su hombro y mirando también a través de la ventana.—En Napa, a unos seiscientos kilómetros de casa.—¡Dios, es precioso! —murmuró Baby porque hablar más alto habría sido romper la magia de aquel lugar.Frente a ellos se extendían hectáreas de viñedos, que se perdían de la vista en medio de la niebla matutina.—¿Esto de quien es? —preguntó asombrada.—Bueno, es de uno de mis clientes menos cretinos —respondió Connor con una sonrisa—. Pero solo tiene este viñedo por antojo, ni siquiera se ocupa de él y apenas viene. Así que