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Capítulo 79 No fue una muerte accidental, sino...
Finalmente, fue la criada personal de doña Celestia quien sugirió:

—Señora, usted y la señorita Rodríguez no deberían seguir de pie. Siéntense y charlen. Voy a preparar té para la señorita Rodríguez.

—Doña Celestia, con los ojos aún rojos, respondió:

—Sí, sí, trae buen café, saca el Kopi Luwak que guardo.

—¡Por supuesto! —respondió la criada.

Doña Celestia se sentó con Clara y, con los ojos todavía rojos, preguntó:

—Clara, ¿cómo has crecido todos estos años?

Clara respondió con respeto:

—Siempre he estado bajo el cuidado de mi abuelo.

—Doña Celestia asintió:

—¿Cómo está tu abuelo?

—Bien, está en buena salud, pero no quiso venir a Corrali, así que me envió a visitarla en su lugar.

Doña Celestia, secándose discretamente las lágrimas, notó de repente una cicatriz en la muñeca de Clara y su expresión cambió:

—¿Qué te pasó ahí? ¿Te lastimaste? ¿Por qué tienes una cicatriz?

Clara bajó la vista hacia su muñeca. La cicatriz era de una herida que se había hecho corriendo en un
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