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Capítulo 58 ¡Era para morirse de risa!
Viendo que Clara no hablaba, Felipe pensó que estaba nerviosa y dijo:

—Mis padres son fáciles de tratar, no te preocupes. No importa qué tan mala seas como nuera, tarde o temprano tendrás que conocer a tus suegros

Clara lo miró con odio y respondió:

—El malo eres tú, ¡toda tu familia es mala!

Dicho esto, se tapó con las sábanas, se dio vuelta y cerró los ojos, ignorando a Felipe.

Al día siguiente, Felipe se despertó y no vio a Clara.

Era inusual. Normalmente, ella siempre estaba durmiendo como un cerdo cuando él despertaba.

Hasta las diez de la mañana, cuando ya era hora de ir a la casa familiar, Clara todavía no había regresado. Felipe, impaciente, la llamó:

—¿Dónde estás?

—¡No es asunto tuyo! —respondió ella.

Felipe, sin palabras, no entendía por qué ella tenía que hablar con él de una manera tan fea.

—Te dije anoche que hoy íbamos a cenar a la casa de mi abuelo.

—Lo sé, ¿no es todavía temprano?

—¡Ya son las diez!

—Ve tú primero, yo llegaré después.

—No, ¡vamos juntos!
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