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Capítulo 350 ¡La esposa de Felipe, debe morir!
En su opinión, Ania era una médica milagrosa.

Si Ania pudiera curar a Clara, sus días serían mucho mejores.

Así que Felipe volvió a tomar el teléfono y llamó a Ania.

Ania vivía en un pequeño patio en el pueblo de la ciudad. Aunque aún no había oscurecido, su habitación estaba completamente oscura porque le gustaba el ambiente oscuro. Incluso durante el día, cerraba las cortinas para sentirse segura.

La pantalla del teléfono brillaba con luz, convirtiéndose en la única fuente de luz en la habitación.

Ania frunció el ceño al ver el teléfono y al ver que era Felipe quien llamaba, se sentó de golpe.

Pensó que Felipe, estimulado por el saquito aromático, ya no podía soportarlo, por lo que estaba emocionada cuando respondió la llamada y preguntó:

—¿Señor Ramírez, qué le pasa?

Felipe dijo:

—Te molesto, no soy yo quien está mal, es mi esposa.

Ania frunció aún más el ceño al instante, con un destello de desagrado en sus ojos, pero todavía preguntó con aparente calma:

—¿Qué le pasa a
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