En el interior de la cueva, Reina Maray yacía tendida en el suelo frío, su cuerpo temblando de dolor, el veneno oscuro que había sido inyectado por el pergamino maldito del dragón, matándola. El Rey Dragón, en su magnífica forma humanoide, se acercó a ella, su figura majestuosa iluminada por una luz blanca suave que parecía emanar de su ser. Su cabello largo y blanco, y sus ojos violetas brillaban con una intensidad sobrenatural. Vestido con ropas blancas, hechas con su propia magia, su presencia era a la vez reconfortante y aterradora. —Dame el pergamino —pidió el Rey Dragón, su voz grave resonando en la cueva. Con un gesto decidido, recibió el pergamino oscuro de las manos del Rey Alfa Rezef, quien se encontraba a su lado, sus ojos llenos de angustia. —Cumple con tu parte —pidió Rezef. A su lado, Connie, yacía dormida, aún envuelta en la capa del Rey Dragón. El Rey Dragón observó el pergamino, sus ojos violetas escudriñando las palabras malditas que amenazaban con dev
En el interior de la cueva rocosa, la atmósfera era tensa. En la mirada de Reina Maray se notaba la creciente preocupación, seguían cada movimiento de Alfa Rezef, quien se disponía a partir. —¡Debería ir contigo!, es Connor… Yo, tengo que estar con él también… —susurró la hembra pelirroja, intranquila mientras yacía aún sentada, descansando. —Debes descansar, Maray —dijo Rezef con un tono firme pero suave, su voz resonando en la cueva: —Yo veré a Connor. Tú deberías quedarte aquí, tranquila, antes de que utilices tu magia de nuevo, necesitas reposar. Reina Maray, temblorosa, sacudió la cabeza. Cada segundo que pasaba lejos de su hijo era un tormento que desgarraba su alma. ¡El cachorro la necesitaba!, eso sentía en su corazón de madre. No podía simplemente quedarse sentada en el frío suelo rocoso mientras su pequeño sufría. —No puedo quedarme aquí, Rezef… No puedo esperar sin saber qué le ocurre —su voz temblaba, llena de desesperación. Ese Rey lobo, sintiendo la inte
El viento frío del otoño azotaba la piel de Alfa Rezef, mientras cruzaba el umbral de su mansión en el territorio de Luna Plateada. Bajo un cielo despejado, un paisaje colorido y el frío alborotando los mechones de su cabellera negra, ese hombre lobo, ingresó. Fue de inmediato, recibido por Beta Aiden, su hermano menor, y por Beta Aeron, el hombre lobo pelirrojo de Noche Carmesí, que se había vuelto su aliado. La expresión de Aiden era grave, sus ojos reflejaban la preocupación que Rezef había intentado ignorar durante su viaje. —Mi Alfa… —comenzó Beta Aiden, su voz temblando ligeramente—. Zoraida ha ganado contra Beta Gaspar. Le dio el golpe final, pero… quedó exhausta… Lucha por su vida… Alfa Rezef frunció ligeramente el ceño. Una terrible noticia. Zoraida, la poderosa hechicera abuela de Maray, ahora estaba al borde de la muerte. La noticia lo golpeó, pero había algo más que lo inquietaba. —¿Y Connor? —preguntó, su voz más dura de lo que pretendía. Beta Aiden vaciló
La pequeña cachorra de hermosos ojos celestes, sintió su cuerpo estremecerse, un destello de luz blanca la absorbió y, de repente, se encontró cayendo en el aire. —¡AAAH! —gritó la niña, que terminó cayendo entre un montón de arbustos pequeños y maleza del bosque. ¿Dónde estaba? ¿El portal la llevó hasta ahí? ¿Por qué? La tierra húmeda y las hierbas tiernas la rodeaban. A su alrededor, los árboles se alzaban como colosos, sus troncos gruesos y llenos de musgo y plantas, se perdían en la bruma que cubría las copas, haciéndolas casi invisibles a la vista de la niña. ¿Qué tan altos eran esos árboles?, la pequeña cachorrita sintió un escalofríos… Dudó de lo que hizo… Tuvo miedo e hizo un puchero. La atmósfera era casi mágica, como si cada hoja y cada raíz escondieran cientos de secretos. Connie comenzó a sacudirse sus ropas con sus manitas temblorosas. A medida que sus ojos se adaptaban a la luz tenue del bosque, pudo sentir una energía merodeando el aire. Guiada por un
Connie frunció el ceño, la confusión reflejada en su rostro infantil, mientras inflaba sus mejillas. —¿Qué momento? —preguntó con voz mimada. —Cuando tu loba despierte y tu magia se regule —respondió el dragón. Ella no comprendía del todo, era muy pequeña para entender la magnitud de lo que estaba a punto de decidir. Pero su amor por Connor, su hermanito, era más grande que su miedo. —Acepto —dijo ella, su voz resonó con una claridad inesperada. El dragón sonrió, una expresión que mezclaba benevolencia y poder. Con un movimiento de su mano, convocó un pergamino que se materializó en el aire, hecho de un mágico destello escarchado que parecía vibrar con la energía pura. Entonces, tomó un mechón de su cabello blanco y, con un gesto elegante, lo convirtió en la pluma con la que firmarían el contrato. —Esto es un vínculo sagrado —dijo él, mientras el pergamino comenzaba a brillar—. El ritual varía del dragón y su poder… Y no es algo que hagamos con cualquiera, pero tu poder
El pequeño cachorro, abrió levemente sus ojitos, parpadeando lentamente, un hermoso gris claro en ellos. La luz fue inquietante, y todas las figuras en la habitación, hicieron acelerar su corazón, la incertidumbre y el miedo se apoderaron de él, que soltó un gritó con todas sus fuerzas. —¡¡AAAAAH!! ¡MAMIIII! —su vista se nubló, las comisuras de sus ojitos se llenaron de lágrimas. ¡CLANK! ¡La puerta de la habitación se abrió de par en par! ¡Luna Maray corrió a toda prisa hacia su cachorro! —¡CONNOR! ¡CONNOR MI BEBÉ! —ella de inmediato se sentó al borde de la cama y lo abrazo, su calidez y su aroma rápidamente lo reconfortaron. El cachorro ya no tenía miedo y sus lágrimas habían cesado por completo. Entre los brazos de su madre… Esa aroma que tanto tiempo fue su guía y su protección en un mundo de absoluta oscuridad. Connor vio la pálida piel de su madre en los brazos que lo envolvían con ternura como si fuera un tesoro valioso, una tez blanca y hermosa, una… Del mismo c
La tarde de ese mismo día. En la habitación de Tabitha. Esa hembra de larga cabellera negra lacia, despertó en su cama, usando una ligera bata de dormir, se vio llena de parches de tela blancos, y un aroma a hiervas medicinales en su habitación, que provenían de la mesita de noche. —Hasta que por fin despiertas —la voz de un hombre lobo conocido, resonó a distancia. Él se encontraba sentado en una silla, a unos metros de la cama de Tabitha. Ella lentamente comenzó a sentarse, parpadeando varias veces… ¡Su cuerpo le dolía profundamente! ¡Recordó que Beta Gaspar la atravesó nuevamente con sus garras en la batalla! Ella se bajó los tirantes de su bata, sus senos quedando expuestos, en medio la cicatriz… ¡No fue un sueño! ¡Fue real! ¡ESCAPÓ DE MORIR A MANOS DE ESE BETA BRUJO, DOS VECES! Tabitha suspiró con alivio, acomodando su bata, volvió a ver a ese hombre lobo pelirrojo. —¿Qué haces aquí? —le preguntó ella. —Renuncié. —¿De qué hablas? —arqueó una ceja Tab
✧✧✧ Un año y medio más tarde. ✧✧✧ —¡No vayas por ahí! ¡Es peligroso! —exclamó el cachorro pelirrojo, entre los arbustos floreados. Sin embargo, el cachorrito al que seguía, se escabulló gateando entre dichos arbustos. El pequeño niño continuó hasta llegar al riachuelo bajo los frondosos árboles. El cachorrito se sentó volviendo a ver hacia arriba, su carita iluminada y su sonrisa en gran manera. Repitiendo un constante "nie~ nie~" Connor finalmente lo alcanzó y lo cargó en sus brazos. —¡Te dije que era peligroso! ¡Si te pasa algo tía Liza va a llorar! —regañó él a su adorable primito. En ese momento, Connor levantó la mirada, sus ojitos gris claros posándose en Connie, su melliza que sentada en una de las gruesas ramas del frondoso árbol, hacia sutiles movimientos con su mano. Un ligero brillo en ellas, pequeños destellos de un hermoso blanco puro que se desvanecían apenas unos segundos después de ser invocados. —¡Connie! ¡Mamá dijo que no uses tu magia! —le recordó