Después de charlar un rato con el abuelo Pérez, Estrella se preparó para irse.

Enzo, que había estado esperando en el sofá, la detuvo de inmediato al ver que Estrella estaba por marcharse. —Señorita Galve, quédate por favor a cenar. Hice algunos pasteles que sé que te gustan.

Estrella, que había venido con dificultad, no sabía cuándo podría volver la próxima vez. Enzo realmente no quería dejarla ir.

Estrella comprendió las intenciones de Enzo, pero tampoco quería demorarse demasiado en la familia Pérez. Continuó rechazando: —Todavía tengo asuntos en el laboratorio que debo manejar. No puedo quedarme.

Aunque Enzo quería que Estrella se quedara, no podía demorarla en sus asuntos importantes. La acompañó hasta la puerta y luego regresó al salón.

Viendo la melancolía de su nieto, el abuelo Pérez también sintió compasión. Aunque Enzo a veces no era fácil de manejar, era bastante bueno con la familia. Verlo así de acongojado era raro.

El abuelo Pérez intentó consolarlo—Enzo, si la seño