En New York, John se sentía como un gato enjaulado al no saber en dónde se encontraba Katherine, ni saber que era ese asunto tan urgente que tenía que atender en Nevada. Había hablado con el gerente Neville, pero de nada había servido, el tipo no sabía nada, o, si sabía, no iba a decírselo fácilmente. Por supuesto, no había sido un idiota que hizo preguntas directamente, tan solo se limitó a preguntar por su relación laboral con Katherine, pero eso había sido suficiente para que el negara conocerla de manera intima.Había muchas cosas que desconocía del pasado de la mujer que estaba pretendiendo, pero si algo sabía bien, era que ningún secreto duraba oculto para siempre. Por lo pronto, el también intentaría ayudar de manera discreta para que nadie más supiera nada de esos niños, por los cuales ya sentía una enorme curiosidad, después de todo, eran sus sobrinos.Katherine regresaba de aquel viaje con una buena sensación. Los Bennett no la tendrían sencilla intentando tumbarla. Les demo
En New York, John se sentía como un gato enjaulado al no saber en dónde se encontraba Katherine, ni saber que era ese asunto tan urgente que tenía que atender en Nevada. Había hablado con el gerente Neville, pero de nada había servido, el tipo no sabía nada, o, si sabía, no iba a decírselo fácilmente. Por supuesto, no había sido un idiota que hizo preguntas directamente, tan solo se limitó a preguntar por su relación laboral con Katherine, pero eso había sido suficiente para que el negara conocerla de manera intima.Había muchas cosas que desconocía del pasado de la mujer que estaba pretendiendo, pero si algo sabía bien, era que ningún secreto duraba oculto para siempre. Por lo pronto, el también intentaría ayudar de manera discreta para que nadie más supiera nada de esos niños, por los cuales ya sentía una enorme curiosidad, después de todo, eran sus sobrinos.Katherine regresaba de aquel viaje con una buena sensación. Los Bennett no la tendrían sencilla intentando tumbarla. Les demo
Katherine asintió, y caminando juntos a donde estaban los pequeños Gabriel y Emma, se sonrieron el uno al otro comenzando a charlar de cosas triviales. Una vez allí, John se despedía de los niños y de su madre, sin embargo, la mano de Katherine lo detuvo en el acto.—No tiene que irte, creo que entre más personas seamos será más divertido. — sugirió Katherine.John sonrió de lado, y tomando discretamente de la mano a Katherine, en una sola mirada le dijo todo aquello que sentía por ella.—De acuerdo, por supuesto que será más divertido, no existe nadie en el condado que sepa jugar mejor a los dardos que yo, puedo conseguirte el peluche que tú quieras, mi puntería no tiene igual ya lo sabes, en donde pongo mi ojo…atino la bala. — respondió John guiñando un ojo.Katherine se sonrojo demasiado al entender el doble sentido que encerraban aquellas palabras, y sonriendo, todos juntos se dirigieron finalmente a la feria para disfrutar de ella.—Entonces señor, ¿Usted puede conseguir un peluc
—Gracias por lo de ayer John, los niños realmente lo pasaron muy bien, hacía mucho tiempo que no los miraba tan contentos. — decía Katherine con alegría.—No tienes nada que agradecer, me gusto jugar con los enanos. — respondió John.Katherine y John charlaban amenamente, sin percatarse ninguno de haber sido observados atentamente por Henry. La noche anterior, ambos se habían sentido cómodos, y a pesar de que aquel secreto se había descubierto por completo, Katherine confiaba plenamente en que John guardaría silencio, y el, realmente no quería que la rubia se sintiera insegura; le ayudaría a mantener aquello en secreto, después de todo, ella le importaba demasiado, y si había gente inocente en aquel juego de poderes que Henry había desatado a traición, esos eran ella y sus hijos, no iba a permitir que los lastimaran. Entrando en la oficina de Katherine, John y ella seguían riéndose casi como un par de niños. Sin embargo, en algún punto de aquella charla, elena había ensombrecido su s
En ese momento, Katherine sintió tocar el cielo. Hacia tanto tiempo que su cuerpo no había sido besado y tocado de tales maneras, que sus bochornos, en ese momento, le hicieron recobrar la cordura. Levantándose abruptamente de aquel escritorio, la hermosa rubia miró a John Bennett a los ojos.—No puedo hacer esto…no es correcto. Tu eres un hombre maravilloso, pero no puedo…lo siento. — dijo Katherine con lágrimas en los ojos y voz trémula, para luego salir corriendo de su propia oficina empujando a John.John se quedó en silencio. Por supuesto, no podía presionarla a hacer aquello; Katherine había sufrido mucho, y él no podía demostrarle que era igual que Henry. Sonriendo para si mismo, el apuesto hombre se acomodó la camisa, sintiendo el sabor de Katherine Holmes en sus labios; aquello era mucho más de lo que había imaginado, y sintiéndose completamente prendado de ella, decidía no dejarla ir. Katherine debía de ser solo suya, y el la protegería de Henry y de todos aquellos que busca
—Gabriel, Emma, por favor no corran. — regañaba María la nana tratando de caminar tan rápido como le era posible. Recién regresaban del colegio.Cuidar de dos niños tan pequeños y llenos de energía, a menudo podía ser un reto para la avanzada edad de la mujer. Gabriel y Emma se detuvieron para esperar a su vieja nana; ambos niños le tenían un gran cariño y amor a María, pues ella los había cuidado desde que eran prácticamente unos bebés.—Vamos nana, queremos ver las caricaturas de la tarde. — dijo Emma acercándose a María para tomarla de la mano.—Emma debemos esperar a que nana se sienta mejor, se ve cansada, ¿Estas bien nana María? — preguntó Gabriel al notar que la vieja mujer se veía muy agitada.María se recargó un momento en la pared del pasillo antes de subir al elevador y llegar al departamento. Su respiración se había vuelto entrecortada y pesada, notándose que comenzaba a faltarle el aire. Con la visión borrosa, la nana María miró a los gemelos, sin embargo, en ese momento,
Antonella Bennett observaba los correos de la compañía esa mañana, y bebiendo ansiosamente de su taza de té, chocaba los dedos impacientes contra el fino escritorio de su estudio privado. Los números recientes no eran buenos; desde hacía varios días las ventas no parecían hacer nada mas más que bajar. Emily Gibson debía de casarse pronto con su hijo, sin embargo, Henry parecía poner poca o nula atención en la empresa; aquellas pérdidas financieras junto a los clientes y proveedores que se habían marchado no eran tan pequeñas para tomarlas a la ligera, y aquella situación comenzaba a estresarla…si se cometían más errores, más pronto que tarde terminarían en la ruina, por ello esperaba que el matrimonio de Henry con Emily los fortaleciera, y así pudiesen reanudar el progreso.Tomando el teléfono, Antonella llamó a su asistente; alguien tenía que ocuparse del trabajo hasta que superarán esa escandalosa crisis económica y familiar que comenzaba a sacarla de sus casillas. ¿Qué iba a hacer
—Bien, la inauguración de la nueva tienda en la ciudad no será tan grande como hicimos la anterior, pero si mucho más exclusiva; solo tendremos a las personas más importantes como invitados en nuestra gala, así que vayan preparando y enviando las invitaciones. — ordenaba Katherine a su gerente y amigo Neville.—Bien cariño, será como digas, escuché que la hija del gobernador regresó a la ciudad, y sé que son buenas amigas, así que la incluiré entre los invitados junto a su padre. — respondió Neville con tranquilidad.Katherine sonrió animadamente y complacida; Serena era una muy buena amiga, y uno de sus mayores soportes en sus tiempos más difíciles mientras estudiaba, así que era una muy grata sorpresa saberla de vuelta.—Si, hazlo. — respondió la rubia.Sintiendo como su celular vibraba, Katherine miró en la pantalla un numero desconocido. Apresurándose a responder imaginando que sería alguno de sus proveedores, abrió grandemente los ojos al escuchar la voz al otro lado de la línea.