—Levántate —dijo Gabriel con frialdad.—¡Maestro, por fin me ha perdonado! —exclamó Mariana con una expresión de alegría sorpresiva.—¡Ya has sido expulsada, no tienes derecho a llamarme maestro! —las palabras de Gabriel borraron su sonrisa.—Maestro, ¿por qué? —gritó ella.¿Por qué no la perdonaba? ¿Qué había hecho mal?—¡Te lo he dicho, no me llames maestro! ¡No eres digna! —respondió Gabriel con impaciencia.Mariana perdió el equilibrio y retrocedió tambaleándose hasta que Valentina la sostuvo.No podía soportar semejante golpe.Valentina estaba perpleja.Le había preguntado a Mariana incontables veces, pero no lograba encontrar el origen del conflicto entre maestro y discípula.Parecía que, de repente, el Santo de la Medicina le había dado la espalda.—Ya que hay tantos médicos presentes, lo anunciaré una vez más —dijo Gabriel con tono indiferente.—¡Mariana Reyes fue expulsada hace tiempo, desde hoy todos los lazos están rotos, yo, el Santo de la Medicina, ya no tengo discípula! —
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