Si su hermano lo dijera, mataría dos pájaros de un tiro: demostraría cierto interés y, de paso, expresaría lo que sentía hacia Daisy. Sin embargo, él…«Pues nada, me tocará arriesgarme», pensó Blanca con determinación. «Si se trata de que mi cuñada vuelva a la familia Suárez, un poco de egoísmo no está de más.»Así que soltó la frase que llevaba atascada desde que recuperó la conciencia:—Cuñada, mientras estaba inconsciente, oí que dijiste que si me despertaba, tú y mi hermano…—¡Ay! —soltó Daisy, fingiendo llevarse las manos al vientre—. Creo que me duele un poco el estómago. Será mejor que busque un baño.Terminó la frase y salió casi corriendo de la habitación, sin dar ocasión a que Blanca replicara.Blanca frunció el ceño con fuerza y descargó su enojo en Fernando:—¿De verdad no piensas ir tras ella? ¿Planeas que siga siendo yo, la convaleciente que ni puede bajar de la cama, quien haga todo por ti?Lo cierto era que tenía razón: Fernando, por orgullo, pretendía que fuera Blanca
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