—¿Qué cosa? — preguntó Paula, de manera intencionada.Supe que Paula estaba otra vez haciéndome una broma, le encantaba verme sonrojarme, disfrutar de mi vergüenza.—Paula, ya deja de jugar conmigo, sabes perfectamente a qué me refiero, ¿no es así?—No tengo idea, ¿por qué no me lo dices tú?Mientras miraba el rostro radiante y lleno de vida de Paula, reuní el suficiente valor y, con determinación, la atraje hacia mí una vez más, abrazándola con fuerza.—Si vuelves a intentar seducirme, haré el amor contigo aquí mismo, — dije, reuniendo todo mi valor.Paula, de manera provocativa, deslizó seductora su mano dentro de mi camisa y, sin previo aviso, me apretó el pecho, jugueteando con una mirada desafiante: —¿De verdad? Entonces hazlo, atrévete, — dijo con un tono desafiante y burlón. —Si realmente tienes el valor de hacer el amor conmigo aquí mismo, dejaré de llamarte pequeño sinvergüenza.Dios mío.Esta mujer, realmente, era una auténtica tentación, una verdadera diosa de la seducción h
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