Estaba mirando algo en la computadora, con un pequeño plato a su lado, tal vez con algunos bocadillos que ocasionalmente se llevaba a la boca, masticando de forma ruidosa.Óscar la observó en silencio por unos segundos antes de decir de repente:—¡Silvia!Silvia se sobresaltó, como un conejo asustado, casi al instante cayéndose del sofá. Se enderezó torpemente y vio a Óscar justo frente a ella.Tartamudeando un poco, dijo:—Has... has vuelto.Como los sirvientes ya se habían retirado a descansar, Silvia se ofreció:—¿Has cenado? ¿Quieres que te prepare algo?—No es necesario —respondió Óscar con indiferencia. Después de un día de reuniones, se sentía algo aturdido. Debería haber subido directo a su habitación, pero por alguna razón se detuvo allí.Silvia, sin pensarlo mucho, tomó el platillo cercano:—Son galletas que horneé, pensaba llevarle mañana a la abuela. Les añadí chocolate en polvo, prueba una.Al ver que Óscar no se movía, Silvia con dulzura acercó una galleta a su boca:—De
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