Cuando Silvia salió de la habitación de Óscar, su cara aún ardía como si estuviera en llamas.Durante el desayuno, Marta lo notó asombrada y le preguntó:—¿Silvia, estás enferma? ¿Por qué estás tan roja? ¿Quieres que llamemos a un médico?Silvia respondió vagamente, deseando hundir toda su cabeza en el tazón. Óscar, el causante de todo esto, se recostaba perezoso en su silla, mirando a Silvia con una sonrisa burlona.Después de comer apresurada, Silvia corrió de vuelta a su habitación. Como se acercaba el cumpleaños de la abuela, Silvia estaba pensando en un bonito regalo. Los dos años anteriores, debido a la enfermedad de Óscar, la abuela no había tenido ánimos para celebrar, pero este año sería totalmente diferente, seguro harían una gran fiesta.Silvia no tenía mucho dinero, y Marta ya lo tenía todo. Después de pensar por largo rato, decidió tejerle una bufanda a la abuela.Había aprendido a tejer en la universidad y le había hecho una a Alberto, pero después de dos años sin práctic
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