Esta noche tenía que salir bien y estaba decidido a asegurarse de que cada detalle fuera perfecto, hasta la última arruga. Y hasta cada invitado al que se le permitiera asistir. "Quiero ir contigo", exigió. Incluso si eso significaba que su propia esposa no podría asistir. "Tú...", dijo Burton, hundiendo los dedos en un recipiente de gomina, espesa y azul, y peinándoselo en el pelo negro, “tienes que quedarte aquí, haciendo lo que te digan, mientras yo asisto a la cena e intento ganarme a Maeve". Inhaló bruscamente, rebosante de indignación. "¿Y por qué no? Si tú vas, yo también merezco estar allí". "Tu presencia no es necesaria". Victoria soltó una burla áspera. "¿No se supone que también es mi hija?", replicó, devolviéndole sus anteriores palabras. "¿Qué pasó con eso?".Él tardó en responder, pero ella captó el sutil movimiento de su mandíbula. "Me parece muy interesante”, comentó él, con un tono que la irritó hasta la médula, “que solo juegues esa carta cuan
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