Ricardo Punto de VistaFinalmente, pude recuperar la visión y el enfoque, así que miré a Melissa, de espaldas sobre su escritorio. Se llevó las dos manos a los ojos.—Oh, Dios mío, no puedo creer que haya hecho esto.Yo tampoco podía, pero no podía arrepentirme de haberlo hecho. Por supuesto, había empezado la casa por el tejado. Se suponía que tendría que haber mantenido una discusión con ella primero antes de cogerla. Me retiré de su interior y le tendí la mano para ayudarla a levantarse. Ella la cogió, pero una vez sentada, me apartó. Sus manos se movían por todas partes mientras se arreglaba el vestido. Se bajó de un salto de la mesa y se arregló la ropa.—Vístete —me exigió.Consideré decirle que no, que iba a andar con los pantalones por los tobillos todo el día, pero ahora no parecía ser un buen momento para nuestras bromas, así que me subí los pantalones y me recompuse.Las endorfinas del orgasmo aún volaban por mi cuerpo, y me pasé las manos por la cara mientras la magnitud e
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