En la empresa, a pesar de estar agotado, aún podía dormir tres o cuatro horas. Pero ahora, con la mente completamente en blanco y el cuerpo exhausto, no podía dormir de ninguna manera.Antes, Diego se obligaba a pensar solo en asuntos de trabajo. Después de todo, estaba en la oficina y el ambiente lo ayudaba. Pero ahora, en la casa familiar, en la habitación que compartían, en la cama donde solían dormir juntos, Diego inevitablemente pensaba en Irene. O mejor dicho, el anhelo que había reprimido durante días se desató como un río desbordado.Llegó con fuerza y lo dejó desolado.Finalmente, rompió la cajetilla de cigarrillos, se tumbó en la cama y se quedó mirando el techo sin expresión hasta que amaneció. El aliento que había estado sosteniendo se disipó y, desde entonces, no pudo volver a ser el mismo. El anhelo lo ahogaba como una marea.Cuando el cielo comenzaba a clarear, sacó su teléfono. Su voz era rígida cuando habló:—¡Usen cualquier método, incluso si tienen que buscar en cada
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