Esa noche, Irene durmió en la habitación de invitados. Diego la dejó ir y, frente a ella, pateó los regalos sin abrir, lanzándolos lejos.Irene tenía el corazón frío y roto, y no pudo dormir en toda la noche.A la mañana siguiente, Diego ya había dejado la casa familiar.Irene y Santiago desayunaron, y en silencio le contó a Santiago sus pensamientos.—Abuelo, lo siento, he decepcionado tus expectativas; no puedo continuar con este matrimonio. Diego... él no está mal; si quiere enojarse, que se enoje conmigo. —dijo ella al final.Santiago se sentó en el sofá, en silencio durante mucho tiempo. Luego extendió su mano y tocó el cabello suave de Irene.—Ire, te trato como si fueras mi nieta. Pero también tengo mi egoísmo; he visto cómo has sido infeliz y triste, y has intentado mantener este matrimonio. Ahora que quieres irte, no te impediré. Siento que he fallado; no he educado bien a mi nieto... —dijo.—No, abuelo, soy yo quien no es suficientemente buena; no tengo la capacidad... —Irene
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