Dane Tres días se necesitaron para quemar a todos los cadáveres. Tres días es el tiempo que Trey había estado en mis calabozos, aferrándose aún a la vida. Tres días en los que Neah no había dicho ni una sola palabra de lo que había pasado. Está sentada en su silla habitual de mi despacho, comiendo una galleta de jengibre. Madame Curie había tenido razón sobre ellas y por fin su estómago se estaba calmando lo suficiente como para comer bien. Aunque hoy, en vez de llevar las piernas recogidas hacia su pecho, las tiene cruzadas hacia abajo. Su pelo oscuro le cae alrededor de la cara y parece contenta, pero yo tengo un millón de preguntas urgentes sobre el idiota que está en mi calabozo. "Puedo matarlo". Murmuro, sin levantar la vista. "Si es eso lo que te preocupa, puedo encargarme de ello". Ella no me responde. "Neah, ¿por qué lo dejaste vivir? Tú mataste a su pareja". Ella suspira, "Él tiene que sufrir. ¿Por qué no pudieron decir que no a mi orden?". La pregunta me toma
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