LISA GALINDOUn nuevo vestido llegó a mi habitación, mientras yo aguardaba en un rincón, cansada de intentar abrir las ventanas e incluso romperlas. No había manera de poder salir y quebrar la puerta no era una opción, pues había dos hombres armados custodiándola. No quería quedarme aquí, sin embargo… parecía que no tenía muchas opciones. Me limpié las lágrimas y toleré mi dolor de estómago. Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba sin probar bocado, incluso mis labios se sentían secos. Si quería salvar a Emilia, tenía que mantenerme viva, fuera como fuera. Me puse el vestido y me maquillé lo mejor que pude. Cuando volvieron a tocar la puerta supe que el tiempo se me había acabado. Salí custodiada como aquella vez, hasta que llegué al enorme y elegante comedor, donde Antonio ya me estaba esperando, desparramado en su silla, viéndome con lascivia y sorna. La comida comenzó a hacerme salivar, aún humeaba, pero intenté verme digna y no desesperada. Con un movimiento de su mano
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