LISA GALINDOEstaba más que furiosa. Después de cómo me había tratado lo único de lo que tenía ganas era de darle una buena patada y alejarme de él. No podía decir que lo odiaba, porque para que pudiera ser de esa manera, necesitaba dejar de amarlo, pero estaba segura de algo y era que me dolía; verlo, escucharlo y sentirlo tan cerca, solo me hacía recordar sus palabras hirientes y sus humillaciones, para alguien como yo que nunca se dejaba pisotear, era muy difícil poder fingir que no pasaba nada. Mientras Arturo disfrutaba de la atención de todas las modelos, porque sí, podría estar desfigurado y aun así parecer atractivo para esas mujeres, ¿cómo no serlo? Tenía el dinero suficiente, cuerpo atlético, joven, y un pasado que decía lo guapo que fue. Además, solo era necesario verlo directo a los ojos para sentirte intimidada y cautivada, como ver directamente hacia las llamas, fascinantes, pero peligrosas. —¿Lisa? —escuché su voz, haciéndome sonrojar como si fuera posible que pudiera
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