Todos los capítulos de MALDITA TENTACIÓN. Engañada por el prometido de mi hermana: Capítulo 281 - Capítulo 290
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 19. DEmasiada honestidad
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 19. DEmasiada honestidadGabriela pestañeó despacio, como si de verdad no supiera qué había dicho mal, o por qué el hombre frente a ella estaba pasando por todos los colores del arcoíris para terminar en un rojo casi morado, tono furioso violento.—¿Quieres repetir eso? —la increpó como si estuviera a punto de darle una nalgada.—¿Actor porn0? —replicó Gabriell encogiéndose de hombros.—¡¿Pero tú de dónde sacas eso, condenada!? —exclamó Ranger y juraba, ¡por Dios juraba que sentía que le iba a dar como un infarto! o un ataque de pánico, o cualquiera de esas cosas que no dejaban respirar a la gente.—¿De las páginas gratis de Internet? —murmuró la muchacha.—¡Pero es que...! ¡Tienes dieciocho, como un demonio! ¡Solo eres una chiquilla! ¡No entiendo qué diablos haces viendo porn0!—Pues según tú mismo acabas de decir, para cuando tenías dieciocho, tú no veías porn0 sino que lo hacías directamente! ¡¿Entonces de qué te estás quejando!?—¡Pues de que...! —Ranger
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 20. Una futura abogada
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 20. Una futura abogadaNo era simple decirlo, pero si Gabriella tenía que elegir alguna emoción, siempre iba a preferir... ninguna emoción.Sin embargo, ese no era momento para explicar nada, así que simplemente salieron de la habitación para dirigirse a aquel despacho. Por supuesto que Ranger iba mirando alrededor, memorizando cada corredor, contando puertas, marcando esquinas, porque quizás afuera ya Max hubiera logrado identificar la mansión y hasta conseguir los planos, pero él necesitaba memorizar sobre el terreno desde una perspectiva diferente.Entre todo aquello lo que más le gustaba era que la mansión era lo suficientemente vieja como para poder atravesar una de aquellas ventanas con su propio cuerpo si llegaba a ser necesario, pero también era lo suficientemente vieja como para que cada paso se sintiera en el desvencijado suelo de madera.Y para el momento en que llegaron al despacho los dos estaban tensos pero controlados.—¡Hija, me alegro mucho
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 21. Entre la espada y la pared
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 21. Entre la espada y la paredConfusión, consternación, miedo. Todas aquellas emociones podían leerse en el rostro de Lionetta, porque lo último que había esperado ciertamente era que la chiquilla lo respondiera de aquella forma.Gabriella la soltó con un movimiento brusco y antes de que la mujer pudiera siguiera despegar los labios fue Ranger el que se acercó.—Tú misma lo dijiste ¿no? Cuando me llamaste por teléfono, porque estoy ahora completamente convencido de que fuiste tú la que me llamó por teléfono, dijiste y cito: “Gabriella acaba de cumplir los dieciocho, tiene que venir a reclamar su herencia y todo lo demás, tiene un sitio importante que ocupar”. ¿No fue eso lo que dijiste? —siseó mirándola a los ojos.Lionetta los miró a los dos con el rostro desencajado, pero finalmente apretó los labios con un gesto de fastidio.—Tienes razón, esto no es únicamente una reunión familiar —escupió con rabia—. Gabriella ya es mayor de edad, tiene que asumir su pa
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 22. Confusión
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 22. ConfusiónHabía pasado años aprendiendo a domar su parte más impulsiva, había pasado años convirtiendo todos esos malos instintos de los que hablaban los psicólogos en una pared de hielo que ni ella misma podía franquear, y aun así Gabriella juraba que en aquel momento era capaz de sacarlos todos y todos a la vez.—Esto es lo último que quieres oír, pero me va a dar un profundo placer decirlo —siseó mirando a su madre a los ojos—. Cuando todo esto termine, te garantizo que vas a haber deseado no haberme buscado jamás.Le dio la espalda dirigiéndose a la puerta porque en aquel momento no tenía absolutamente nada más que decirle a la mujer que le había dado la vida, y aun así su voz la detuvo.—Gabriella ¿qué demonios pasa contigo? ¿Por qué eres... así?Sin embargo no obtuvo respuesta, ni una sola, solo el portazo que daba Ranger al salir del despacho, y ni él ni Gabriella se detuvieron hasta que no estuvieron de vuelta en la habitación, de vuelta en el bañ
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 23. La última palabra
Y lo estaba, ciertamente lo estaba, porque la parte más lógica y racional dentro de él le decía que se diera la vuelta en ese mismo instante y desapareciera; y la otra, la más básica y que supuestamente había controlado a la perfección toda su vida, lo tenía allí, soltando más babas que una procesión de caracoles, mientras ella se movía de un pie a otro como si estuviera esperando que de verdad él reaccionara, o al menos le dijera qué se suponía que tenía que hacer.Por suerte esa buena memoria que tenía llegó al rescate, porque recordó que había un pequeño problema en particular con el que tenía que lidiar antes de bañarse.—Este... ya que estás aquí... mejor aprovechamos y me ayudas a quitarme el chaleco ¿no?—Sí… ya mejor de una vez ¿verdad? —carraspeó él reaccionando, pero en el mismo segundo en que Gabriella se dio la vuelta, fue como si le hubieran descargado el puño en plena frente.—¡Joder, por esto es que a los animes le sangra la nariz! —masculló poniendo los ojos en blanco
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 24. Un extraño presentimiento
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 24. Un extraño presentimientoUn solo dedo, uno contra sus labios para que no fuera a decir ni una palabra de más, y si Ranger no hubiera estado atento a cada ruido a su alrededor habría visto cómo las pupilas de Gabriella se dilataban. Había algo en él que hacía que las piernas le temblaran, que ese corazón que siempre había ido al mismo paso controlado se acelerara de una forma insoportable.—¡Shshshsh! —susurró él tan cerca que solo la muchacha podía escucharlo—. Recuerda que sea lo que sea que tengas en la cabeza, no puedes decirlo aquí.Y quizás eso era lo más incómodo de todo, tener que meterse al baño cada vez que necesitaba decir algo, así que Gabriella se tragó aquellas sospechas, porque posiblemente esa información fuera peligrosa por el simple hecho de salir de su cabeza.Así que al tercer día, después de una dramática ley de silencio, Lionetta se apareció en su puerta como si quisiera averiguar hasta cuándo iba a durar la rudeza de su hija.—Esper
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 25. Tradiciones familiares
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 25. Tradiciones familiaresParecía una princesa de cuentos de hadas, y absolutamente todos los ojos en aquella desvencijada catedral se volvieron hacia ella para mirarla. El vestido era de un color beige tan claro que casi parecía dorado, vaporoso, infantil, tierno, hasta la hacía parecer que no mataba ni una mosca. Y aun así Ranger sabía que había algo extraño hirviendo dentro de ella.Reconoció a cada uno de los hermanos Salvatore, estaban furiosos y no se molestaban en disimular que ella era una presencia que les habían impuesto. Desde los mayores hasta los más pequeños miraban con desprecio a Lionetta, que se sentó con toda la actitud en un extremo de la mesa familiar.Pero solo uno de ellos dio un par de pasos para acercarse y Ranger inmediatamente lo reconoció como uno de los gemelos mayores, Amadeo.Gabriella se detuvo frente a él mientras el tipo la miraba de arriba a abajo con sorna, como si no pudiera creer que estuviera allí, hasta que aquellas pal
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 26. Tú no eres nadie para mí
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 26. Tú no eres nadie para míSin embargo, la primera reacción increíblemente no fue la de Ranger ni la de Gabriella, sino la de Lionetta golpeando aquel extremo de la mesa con los puños con la mayor de las rabias.—¡Tiene que ser una maldit@ broma, ¿verdad!? —gritó exasperada mientras Umberto la miraba con satisfacción—. ¡Este tipo no es nadie! ¡No es absolutamente nadie! ¡Solo un socio menor que jamás va a escalar en la familia! ¡Un maldito pelagatos!Y aunque Gabriella parecía por completo perdida en aquel mar de pensamientos, Ranger estaba seguro de que aquella afirmación solo había sido era una piedra más que la golpeaba.Lionetta sabía perfectamente a lo que iban a ir, no le molestaba usar a su hija como moneda de cambio para volver a la familia Salvatore, no le molestaba que la casaran con un extraño, solo le molestaba que no la casaran con un extraño poderoso.—El jefe de la familia tiene todo el derecho a decidir con quién se casan las mujeres en func
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 27. A quemarropa
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 27. A quemarropaGabriella lo vio caer a pocos metros de ella, inconsciente, pero su rostro no mostró ni el más mínimo cambio mientras dos hombres armados lo levantaban por los brazos y lo acercaban aún más, dejándolo tirado a sus pies.Lo que siguió fueron los gritos de impotencia de Lionetta mientras Amadeo la sacaba de aquel tan codiciado sitio en la mesa de los Salvatore y la arrastraba sin miramientos hasta dejarla junto al hombre inconsciente.Si creía que la humillación de no ser reconocida era grande, muy pronto comprendería que mucho peor era el terror de sentir que estaban a punto de matarla, y eso comenzó a sospecharlo en el mismo momento en que la hicieron arrodillarse delante de Umberto y Gabriella.—¡¿Qué es esto!? ¡¿Qué es esto?! ¡Suéltame! ¡Yo soy la madre de...!—¡Eres la madre de una mujer de esta familia que no quiere obedecer! —espetó él con fiereza y aquellos gritos hicieron reaccionar a Ranger, sacándolo de la inconsciencia—. ¡Así que ob
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PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 28. Arrepentimiento
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 28. ArrepentimientoDetrás de él estaba el cuerpo de Genaro Salvamer, y la palabra correcta era “cadáver”, porque definitivamente con un disparo entre los dos ojos no había lugar para las dudas. Gabriella había dicho que no iba a casarse y nadie la casaría.Y a un lado estaba todavía Amadeo, boqueando como si intentara respirar a toda costa, mientras su mujer intentaba contener la sangre que salía por aquellas tres heridas. Evidentemente ninguna bala le había dado en el corazón, pero Ranger sabía que un disparo en el estómago solo lo haría agonizar por mucho más tiempo.Era evidente que a Gabriella no le importaba. Si tenía que dejar un cadáver como dejar diez, tenía escrito en el rostro en letras grandes y rojas que no iba a sentir absolutamente ningún remordimiento por eso.Y quizás era esa la razón de que nadie se atreviera a moverse, porque desde el primer instante, desde el primer balazo cada persona en aquella catedral estaba plenamente consciente de qu
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