—¡Vete! ¡Todos, lárguense! — Isabella gritaba entre sollozos, temblando por completo, con los ojos enrojecidos como la sangre, como un demonio expulsado del infierno, mirando fijamente a Esteban, incapaz de levantar nuevamente los brazos para golpearlo. —¡Fuera!Herman levantó la mirada. —¿Todavía estás aquí? ¿Necesitas que te eche personalmente?Esteban, mirando el semblante frío y sombrío de Herman, se sintió incómodo por la frialdad en sus ojos. Agarró suavemente el tobillo de Valentina, que se había torcido, y se marchó, aunque antes de entrar en el ascensor no pudo evitar mirar fríamente hacia donde estaba Isabella.—Hoy has trabajado duro. Ve a descansar—le dijo Herman a Antonio.En el camino de regreso, Herman ya había entendido la difícil situación. Julia había tenido el accidente mientras Antonio estaba ocupado con otras cosas.Antonio miró de reojo a Isabella, que estaba casi desmayada y a punto de caerse, sostenida por Herman, sin ganas de irse, pero Luis le hizo un gesto pa
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