Bernardo también le dio una bofetada y dijo: —¡Yelena! ¡Te lo buscaste!—¡Quítenle la ropa!En un abrir y cerrar de ojos, los secuaces de Delfina y los hombres del grupo Tigre se abalanzaron sobre Yelena como una fuerte marea, colgándola con cuerdas y desgarrándole con fuerza la ropa en pedazos, dejando al descubierto su piel blanca y su cuerpo escultural.Los pedazos de medias negras caían bruscamente al suelo, y se podía vislumbrar vagamente la delicada seda de su ropa interior.¡Delfina sostenía con fuerza un látigo de cuero y lo azotaba en la cara de Yelena sin piedad! En un instante, Yelena lanzó un grito muy desgarrador, su cuerpo se convulsionaba.En su rostro de belleza incomparable, ¡apareció una horrible marca de sangre!—¡Ja, ja, ja! ¿Ahora sientes dolor? ¡Venid, azótenla! ¡Azótenla con fuerza!Uno tras otro, los látigos azotaban su cuerpo despiadadamente, y en un instante, ¡las flores de sangre florecían por todas partes!Yelena, como una bella y desamparada doncella, ¡fue
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