Una ráfaga de viento otoñal, levantando las hojas del suelo y llevándose también la voz de Lucía, disipándose en el aire.Lucía se frotó los brazos, miró su maleta y se preguntó curiosamente: ¿cómo se las arregló para ofender a ese hombre. Ahora, ¿a dónde debería ir? ¿Regresar nuevamente a casa?Lucía mordió su labio inferior, se quitó los tacones altos y arrastró su maleta paso a paso hacia afuera.Afortunadamente, al final, Jorge no fue tan despiadado. Fue Alberto quien la llevó de regreso a la nueva villa que habían comprado.En el camino, Alberto, con una intensa curiosidad, la miró furtivamente varias veces desde el espejo retrovisor. Lucía de repente se ruborizó, se tocó la cara, ¿había algo mal con su maquillaje hoy? ¿O acaso Jorge había hablado mal de ella a sus espaldas?Frotándose las plantas de los pies, que le dolían un poco, Lucía ya no tenía ganas de preocuparse por eso, solo esperaba llegar a casa lo más rápido posible.Durante los siguientes días, la vida de los dos fue
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