Mis mejillas enrojecieron aún más y me froté la nuca, evitando ahora su mirada. Tenía razón, estábamos muy ocupados y, en aquel momento, me sentí muy bien. Lástima que, dada la situación, no pudiera deleitarme con las sensaciones posteriores al sexo.Asentí con la cabeza, indicándole que continuara
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